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»Como castellano, mi tío sentíase lisonjeado con esta visita y recibió alegremente a sus nuevos huéspedes; parecía inquieto, y en su orgullo español se apresuraba para ejercer dignamente los deberes de la hospitalidad. Díjome que bajase al salón para recibir a aquellos señores y hacer los honores de la casa.

Y creo bien tan desembarazadamente y con tanta finura nos hizo los honores de su lagar, que no tuvo más fastidio que el de la dificultad de procurarnos cómodo asiento en aquel sitio. Nada diré de nuestra conversación la primera que sostuve con un hombre con quien he hablado mucho después.

Esto era posible antes, cuando las comunicaciones de unas islas con otras eran difíciles y raras, cuando no había vapores, ni telégrafos, cuando se formaban los regimientos según las diferentes provincias, se halagaba á unas concediéndoles privilegios y honores, y se sostenía á otras contra las más fuertes.

En un pequeño poema que ha escrito Alfonso sobre la consagración del rey, no decía una palabra del duque de Orleans, de quien no es partidario, porque tiene sobre este príncipe las prevenciones de su padre y de toda la familia de los Lamartine: encuentra algunos puntos oscuros e inconvenientes en la conducta de un príncipe de la familia real, cuyo padre cometió la fatalidad de condenar a muerte a su pariente y a su rey, al desgraciado Luis XVI, y que después de esto ha sido colmado de honores y perdonado por los Borbones, dando en lugar de un testimonio de agradecimiento, pruebas de deslealtad para halagar a sus partidarios.

Además, Martínez casi gozaba honores de gloria nacional. Su secretario rara vez lo designaba por su apellido. Era por antonomasia «el héroe de Cerro Pardo», lugar donde había batido á los «soldados de la tiranía» durante la revolución. Otros generales se veían venerados como semidioses por haber perdido un brazo ó una pierna.

El Alafrit deseaba tal favor de la fortuna para quedar libre y franco de esa centinela continua, que desempeña con honores también de escucha y de atalaya trescientos años hace, y poder así volar a las montañas de Kaf, su habitual residencia.

Al fin, me levanté bruscamente, y respondí a todos: Tengo veinte años, soy noble, y necesito alcanzar gloria y honores. Déjenme, pues, que parta. Y acto seguido me lancé al patio. Iba a montar en la silla de posta cuando apareció en el descanso de la escalera una joven. Era Enriqueta. No lloraba, no pronunciaba una palabra. Pero estaba pálida y temblorosa, y apenas podía sostenerse.

Al volver a su casa para descansar durante el resto del año, sentía Gallardo la satisfacción del poderoso que, olvidando honores, se entrega a la vida ordinaria. Dormía hasta muy tarde, libre de horarios de trenes, sin emoción alguna al pensar en los toros. ¡Nada que hacer aquel día, ni al otro, ni al otro! Todos sus viajes llegarían hasta la calle de las Sierpes o la plaza de San Fernando.

Los honores y mercedes que antaño se ganaban por las grandes cosas que hacían los caballeros, hogaño las lograba cualquier menestral mediante un bolsillo de ducados. ¿Es cosa derecha preguntaba que el Rey se haga de caudales vendiendo hidalguías como trastos de almoneda o recargando a la nobleza de nuevos tributos y haciéndola pechera y villana?

Con alegre sorpresa abrazó a su marido a quien no esperaba aquel día y con manera graciosa y la timidez propia de una persona a la cual se toma desprevenida, me hizo los honores de su pequeño jardín en el cual los jacintos comenzaban apenas a florecer.