United States or Solomon Islands ? Vote for the TOP Country of the Week !


Al día siguiente escribía un artículo en que hablaba de ciencias ocultas, del espiritismo, etc.; inmediatamente vino una orden del gobernador eclesiástico suspendiendo las funciones, pero ya Mr Leeds había desaparecido llevándose á Hong Kong su secreto.

Allí estuvo yendo y viniendo, recorriendo tiendas sin fijarse en los objetos, con el pensamiento en Hong Kong para vivir libre, enriquecerse... Iba ya á abandonar la feria cuando creyó distinguir al joyero Simoun despidiéndose de un estrangero y hablando ambos en inglés.

En una casa tocaba la orquesta valses y se veían algunas parejas bailar á la luz de los quinqués y lámparas... ¡qué mezquino espectáculo le pareció comparado con el que se ofrecía en las calles! Y pensando en Hong Kong se preguntó si las noches de luna en aquella isla serían tan poéticas, tan dulcemente melancólicas como las de Filipinas y una profunda tristeza se apoderó de su corazon.

La idea de Hong Kong despertó en su mente un recuerdo, una historia de frontales, ciriales y candelabros de plata pura que la piedad de los fieles había regalado á cierta iglesia; los frailes, contaba un platero, habían mandado hacer en Hong Kong otros frontales, ciriales y candelabros enteramente iguales, pero de plata Ruolz, con que sustituyeron los verdaderos que mandaron acuñar y convertir en pesos mejicanos.

La vista de un vapor que levaba anclas para Hong Kong le inspiró una idea: irse á Hong Kong, escaparse, hacerse rico allí para hacer la guerra á los frailes.

Para Plácido, todo idioma hablado en Filipinas por los europeos, que no sea español, tiene que ser inglés: además pescó nuestro joven la palabra Hong Kong. ¡Si el joyero Simoun pudiese recomendarle á aquel estrangero que debe partir para Hong Kong! Plácido se detuvo. Conocía al joyero por haber estado en su pueblo vendiendo alhajas.

Estas conferencias quedaron interrumpidas por haber, el 5 de Abril, recibido cartas de Isabelo Artacho y de su Abogado, reclamándome 200,000 pesos de la indemnización, parte que le correspondía percibir como Secretario del Interior que había sido en el Gobierno Filipino de Biak-na-bató, amenazándome llevar ante los Tribunales de Hong kong, si no me conformaba con sus exigencias.

¡Vamos, no diga usted eso, Vice-Rector! contestaba el canónigo Irene empujando la silla en que aquel se sentaba; en Hong Kong hacen ustedes negocio redondo y construyen cada finca que... ¡vaya! ¡Tate, tate! contestaba; ustedes no ven nuestros gastos, y los inquilinos de nuestras haciendas empiezan á discutir...

En las paredes se confundían en lamentable mezcolanza paisajes tranquilos y azulados, pintados en Canton y en Hong Kong, con los cromos chillones de odaliscas, mujeres semidesnudas, litografías de Cristos femeniles, la muerte del justo y la del pecador, hechas por casas judías de Alemania para venderse en los países católicos.

Quisiera pedirle un favor..., ¡decirle dos palabras! dijo. Simoun hizo un gesto de impaciencia que Plácido en su turbacion no observó. En pocas palabras contó el joven lo que le había pasado manifestando su deseo de irse á Hong Kong. ¿Para qué? preguntó Simoun mirando á Plácido fijamente al través de sus anteojos azules. Plácido no contestó.