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Al salir de la iglesia, me dijo Nanela: Haremos un largo viaje de bodas. Tenemos que irnos lejos, muy lejos. Pues ten por seguro que ese canalla de Tucker nos persigue. Yo contesté: Por seguro lo tengo. ¿Quién se atrevería a dudarlo, quién? Y lancé hondísimo suspiro, exclamando: ¡Oh, miserable Tucker! ¡oh Tucker nunca bastante execrado, vos tenéis la culpa, nadie más que vos! Huyamos.

Al oírla, calló súbitamente Doña Paca, como el ratoncillo nocturno que cesa de roer al sentir los pasos o la voz del hombre. Oyose tan sólo, durante largo rato, alguno que otro suspiro hondísimo de la señora, que después empezó a quejarse y a gruñir por lo bajo. La otra no chistaba. Había hecho rápida crisis el genio de la infeliz señora, determinándose un brusco giro de la veleta.

Para mejor inteligencia deberá entenderse que el terreno, que por allí formaba una falda espaciosa, estaba dividido por un hondísimo tajo, practicado por la acción lenta de las aguas, o por alguna otra explosión rabiosa de la naturaleza allá en los remotos siglos.

Se le oía un cierto rechinar de dientes y algún monosílabo gutural que lo mismo pudiera ser signo de risa que de cólera. Por fin llegó palpando paredes a la puerta de la capilla, y buscando la cerradura con las manos, empezó a rasguñar en el hierro. La llave no estaba puesta... «¡Peines y peinetas, dónde estará la condenada llavemurmuró con un rugido de hondísimo despecho.

¡Tengo unas ganas de conocer a esa célebre hermosura...! afirmó Juan. Don José no había dejado nada en el plato más que el hueso. Después exhaló un hondísimo suspiro, y llevándose la mano al pecho, dejó escapar con bronca voz estas palabras: La hermosura exterior nada más... sepulcro blanqueado... corazón lleno de víboras.

Como quiera que ello sea, lo cierto es que aquellos trompeteros o sonadores de kerna podían ya, por virtud de la ciencia oculta custodiada en Oriente, emplear la fuerza del alma y producir el letargo magnético en quien se les antojaba. No nos maravillemos pues, de que Morsamor, que también veía la danza y escuchaba el trompeteo, viniese a caer en hondísimo letargo.

Feijoo le habló dentro del coche con paternal cariño; pero ella no contestaba de una manera completamente acorde. De pronto le miró en la oscuridad del vehículo, diciéndole: «¿Y , quién eres?... ¿A dónde me llevas? ¿Por quién me has tomado? ¿No sabes que soy honrada?». ¡Ay, Dios mío! murmuró el buen D. Evaristo con hondísimo disgusto . Esa cabeza no está buena, ni medio buena...

Amigo, amigo... ¡no hay que darle vueltas! ¡El Melchor Cano de VillaverdeMi querida ciudad natal es pobre, paupérrima, como decía don Román. Una agricultura descuidada es para ella la única fuente de riqueza, gracias a las lluvias, que allí, como en Pluviosilla, no escasean. El suelo es fértil, pero le falta riego. El Pedregoso con su cauce hondísimo no basta para las necesidades de la tierra.

Al llegar aquí el Sultán se encontró a todos sus wazires y cortesanos que formaban un ancho corro, con el un pie levantado, el otro adelante y la cabeza todavía más avanzada, como si mirasen algún hondísimo aljibe que se les hubiere abierto delante de su ojos. Tanto era el saludable temor que los detenía.

Siendo al fin más fuerte que su timidez su apetito de charlar, rompió el silencio de esta manera: «Señorita, ¿se cansa usted de esperar?... Todo sea por Dios. No hay más remedio que conformarse con su santa voluntad». Pero como su ánimo no estaba para vanidades, fijó toda su atención en las palabras consoladoras que había oído, contestando a ellas con una mirada y un hondísimo suspiro.