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El Autor de la naturaleza no ha querido que una conviccion que nos es muy importante, dependiese del raciocinio, y por consiguiente careciesen de ella muchos hombres; así es que nos la ha dado á todos á manera de instinto, como lo ha hecho con otras que nos son igualmente necesarias.

Si todos los hombres se convienen en un principio de razon, no pueden engañarse, porque aquello en que todos concuerdan es preciso que sea verdadero.

El desprecio era porque ignoraba el guaraní y hablaba mal el español, signos evidentes de inferioridad mental. Además, como todos los gringos, tenía los pies enormes y calzaba zapatos que parecían navíos, lo que denuncia un origen ordinario en un país donde los hombres ostentan el pie pequeño y alto de empeine, lo mismo que una dama.

Unas cuantas chozas, colocadas sin órden y agenas de toda comodidad, componen el pueblecillo de Suches, que por otra parte no presenta la mas mínima esperanza de mejora, á no ser que algunos hombres inteligentes vayan allí á beneficiar en grande, y de un modo mas simple y ménos costoso, las riquezas que encierra todavía el suelo frio é inanimado de aquellas regiones.

Más abajo: Especialidad en trajes de niños. Sobre la puerta: Al palacio de cristal. Más abajo: Precio fijo. Más hácia la derecha: Trajes hechos y á la medida. En otra puerta: Al palacio de cristal. En los cristales: Precio fijo. Más hacia la derecha: Trajes hechos y á la medida. Por otra calle: Precio fijo. Más abajo: Al palacio de cristal. Más abajo: Vestidos para hombres, niños y libreas.

Hasta el tocado era parecido, porque si ellos llevaban turbantes, mas ó menos voluminosos segun los paises de donde procedian, ellas usaban las llamadas por los cronistas latinos mitriolas, que no eran otra cosa que una pequeña faja rodeada á la cabeza, llevada en todos tiempos por los lidios, frigios, sirios, árabes, persas y egipcios, y entre los romanos como adorno de las mugeres estrangeras, de las rameras, y de los hombres afeminados que afectaban un trage exótico.

Me han hablado de un veneno de Africa o de América que mata a los hombres con la cantidad que cabe en una punta de alfiler. ¿Es una invención de los novelistas? No, es una invención de los salvajes. Se unta con él la punta de las flechas. Lindo veneno, señora; no hace languidecer a sus víctimas; es el rayo en miniatura. Lo más curioso es que se le puede comer impunemente.

El príncipe polaco Ricardo se halla en la corte de Lorena para pedir la mano de la duquesa Estela; pero como le consta su aborrecimiento á todos los hombres, teme ser rechazado como sus predecesores, y para evitarla, y excitar en su provecho la curiosidad y el amor propio de Estela, hace circular el rumor de que él se burla de su odio. Esto da origen á una intriga de las más interesantes.

Eso no dijo candorosamente Beatriz, la cual, en medio de todo, amando a don Braulio, llena de sobresalto por él, y arrepentida de su intimidad con el Conde, no podía conformarse con que el Conde no estuviese enamorado de ella. Eso no; yo creo que el Conde me ama; pero yo no le he amado nunca. Singular idea tienes del Conde, hermana. Créeme, hombres como él no aman sin ser amados.

Estaba enteramente ocupada por la gente de la aldea, todos labradores; las mujeres delante, vestidas la mayor parte de tela de estameña negra, pañuelos de color a la garganta y la cabeza cubierta con mantilla de franela; los hombres detrás, con chaqueta de bayeta verde o amarilla, calzón corto de pana, medias blancas de lana sujetas por ligas de color.