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Como la lengua de todos los Hombres-Montañas que vinieron aquí ha sido siempre el inglés, el gobierno consideró necesario que yo abandonase la Universidad por unas horas para prestar el servicio de mi ciencia. Ha sido una verdadera fortuna para usted el que reconociésemos que es un gentleman. Gillespie no ocultó su extrañeza ante tan repetida afirmación.

Calló un momento para reflexionar, y luego dijo con orgullo: Antes éramos nosotros los que nos asombrábamos al recibir la visita de un Hombre-Montaña. Ahora son los Hombres-Montañas los que deben asombrarse al visitar nuestro país. Hemos hecho triunfar revoluciones que ellos seguramente no han intentado aún en su tierra. Gillespie sintió desviada su curiosidad por estas palabras del profesor.

Un liliputiense se marchó también; unos dicen que de acuerdo con el gigante; otros, y son los más, suponen que se escondió en la enorme barca con el deseo de conocer el mundo de los Hombres-Montañas. Este viajero extraordinario es célebre en nuestra historia. Su nombre fué Eulame.

Ya le dije que los Hombres-Montañas deben asombrarse cuando nos visitan, así como nosotros nos asombrábamos al verles en otros tiempos. Hay cosas que no comprenderá usted nunca si no le damos una explicación preliminar. Y esta explicación sólo la recibirá usted si los altos señores del Consejo Ejecutivo quieren que viva.

Estos discos eran de diversos tamaños y metales, llevando todos ellos de relieve en sus dos caras un busto de mujer gigantesco y un ave de rapiña con las alas abiertas. Según la explicación del sabio Flimnap, servían en el país de los Hombres-Montañas como signos de cambio, y estaban todos ellos comprendidos bajo el título general de «moneda».

Sólo una humanidad inferior gritó puede llevar en sus bolsillos semejantes porquerías. No creo que tengan empeño los Hombres-Montañas, si gozan de sentido común, en adquirir tales suciedades. Esto debe ser simplemente un vicio, una mala costumbre del gigante que ha venido á perturbarnos con su presencia. Pero una nueva aparición borró el malestar del público, imponiendo silencio al tribuno.

Los ricos industriales partidarios del eulamelismo fabricaron secretamente un material de guerra igual al de los Hombres-Montañas, y bastó que mil discípulos con fusiles y cañones marchasen contra el palacio del emperador para que éste huyese, acabando en un momento la dinastía secular.

Aquí la ciencia del universitario se extendía en luminosa digresión para explicar á sus compatriotas la existencia del pañuelo entre los Hombres-Montañas, el uso incoherente que le dan y las cosas poco agradables que depositan en él.

También creo que en el mundo de los Hombres-Montañas las gentes dan su sangre y mueren por intereses completamente opuestos á sus propios intereses.

La grúa hasta funcionó sobre su corazón para sacar del bolsillo más alto de su chaqueta un gran disco sujeto por una cadenilla á un orificio abierto en la tela; un disco de metal grosero, con una cara de una materia transparente muy inferior á nuestros cristales; máquina ruidosa y primitiva que sirve entre los Hombres-Montañas para marcar el paso del tiempo, y que haría reir por su rudeza á cualquier niño de nuestras escuelas.