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Aun sin eso, ya no morirá, gracias a Pereda, el tipo hoy casi perdido del viejo marinero de la costa cantábrica, levantado por él a proporciones casi épicas, y digno de hombrearse con muchos héroes de Fenimore Cooper.

Deja, deja que ese que te me roba conozca el hastío de amarte, y pronto encontrarás los desdenes del señor. ¿Y cómo piensas que los suyos te tratarán? El menor de ellos piensa hombrearse con los reyes.

Bonis también creía que aquella vida no era para llegar a viejo; pero, a pesar de cierto vago temor a ponerse tísico, estaba muy satisfecho de sus hazañas. Se comparaba con los héroes de las novelas que leía al acostarse, y en el cuarto de su mujer, mientras velaba; y veía con gran orgullo que ya podía hombrearse con los autores que inventaban aquellas maravillas.

Gestionaba un título del reino, y por o por no se lo daban, y para ganar tiempo, otro del Vaticano, negocio más hacedero. En resolución, que los Neira querían hombrearse con los Somavia. Al oír la duquesa al señor Chapaprieta, comentó: «El Papa no puede hacer nobles.» «Claro que no dijo Barquín ; el Papa sólo puede hacer santos.

Entre tanto, lejos de desalentarse en su empresa, cada día buscaba con mayor empeño ese instante, ese fortuito choque, y no perdía ocasión de arrimarse a los privilegiados para hombrearse con ellos y meter la cuchara en sus conversaciones.

Era ésta una novela mal concebida y peor hilvanada, incapaz, por lo tanto, de hombrearse con las muchas que, por tantos y tan preclaros ingenios producidas, enaltecen actualmente las letras en este afortunado país.

Y de repente, de un tirón, con el violento esfuerzo de un hombre que arroja lejos de un peso que le abruma, refirió con todos sus detalles la terrible historia de la cadina Sarahí... El tío Frasquito escuchaba con la boca abierta, encogiéndose, encogiéndose en la poltrona, convencido de su pequeñez, a medida que lo novelesco y lo terrible agigantaban en su imaginación la figura del héroe de aquella aventura legendaria, de que era el primer confidente y esperaba ser futuro cronista... Y a la idea de ser el primero en lanzar a los cuatro vientos de la publicidad la trágica aventura, el tío Frasquito se alargaba, se alargaba en la poltrona, hasta hombrearse con el héroe como la sombra se hombrea con el cuerpo y el eco con la música, y Homero con Aquiles, y el inmortal Virgilio con el divino Eneas. ¡Y pensar que era ya demasiado tarde para correr de casa en casa aquella misma noche dando la noticia!...