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Ana, durante las horas del calor, que ya era respetable, subió a su gabinete, y después de leer un poco, tendida sobre el lecho blanco, se acercó al escritorio de palisandro, y hojeó su libro de memorias. Siempre hacía lo mismo; antes de empezar a escribir en él repasaba algunas páginas, a saltos.... Leyó la primera que casi sabía de memoria. La leyó con cariño de artista.

Tengo hasta seis docenas de libros, cuáles de romance y cuáles de latín, de historia algunos y de devoción otros; los de caballerías aún no han entrado por los umbrales de mis puertas. Hojeo más los que son profanos que los devotos, como sean de honesto entretenimiento, que deleiten con el lenguaje y admiren y suspendan con la invención, puesto que déstos hay muy pocos en España.

Y tomando unos pliegos de sobre la mesa del tocador, se los mostró a don Juan, quien los hojeó rápidamente. Se trataba de otra revista, y en la escena en que se hacía referencia a la última Exposición de Bellas Artes, salían personificadas en tres guapas chicas la Arquitectura, la Pintura y la Escultura.

Había muerto súbitamente; y su descendencia residía allá en la miseria, en una choza vil. Este descubrimiento, ciertamente, no fué debido a la burocracia imperial; lo hizo un astrólogo del templo de Faguas, que durante veinte noches hojeó en el cielo el luminoso archivo de los astros. ¡Teodoro, ese mandarín es su hombre! exclamó Camilloff.

Ve a mi biblioteca y tráeme el libro de Los Reyes contemporáneos y el Almanaque astronómico. Venidos que fueron estos volúmenes, hojeó la Princesa el de Los Reyes, y leyó en alta voz los siguientes renglones: «El mismo día en que murió el Emperador chinesco, su único hijo, que debía heredarle, desapareció de la corte y de todo el imperio.

¡Noble conducta! dijo Makaraig riendo; en los tiempos de calma, usted nos evita... El cabo preguntó á Basilio por su nombre, y hojeó una lista. ¿Estudiante de Medicina, calle de Anloague? preguntó el cabo. Basilio se mordió los labios. Usted nos ahorra un viaje, añadió el cabo, poniéndole la mano sobre el hombro; ¡dése usted preso! ¿Cómo, yo tambien? Makaraig soltó una carcajada.

El tío Frasquito comenzó a hacer sobrehumanos esfuerzos para coordinar sus recuerdos... Seguro, segurísimo estaba de que quince días antes estaban allí los tres sellos; habíale enseñado despacio todo el álbum a otro amateur, el barón de Buenos Aires, y no notó hueco alguno... A los pocos días vino un individuo desconocido, recomendado por su camisero, que quería venderle con mucho empeño tres ejemplares curiosos: entonces hojeó otra vez el álbum... Después no le había tocado.

Un sordo murmullo de aplauso se oyó por todos los ámbitos de la escuela, pintose una expresión triunfal en la cara de Sangley, una grave sombra en la del maestro, y una cómica mirada de contrariedad irradió de las ventanas. Melisa hojeó rápidamente su astronomía y cerró el libro con estruendo.

Hojeó maquinalmente las páginas de catálogos escolares, los Sermones del doctor Crammer, los Poemas de Henry Kirke White, las Leyendas del Santuario y Vidas de mujeres célebres; su ya viva imaginación, nerviosamente acrecentada por su situación especial, le representó las tiernas reuniones y conmovedoras despedidas que debían haber tenido lugar allí, y extrañose de que el aposento no guardara algo que pudiese expresar tales humanos sentimientos, y hasta había olvidado casi el objeto de su visita, cuando se abrió la puerta para dejar paso a Carolina Galba.

El secretario cogió un librote, lo hojeó y dijo: Tenemos en el almacén un antiguo notario condenado á veinte años por haber arruinado un pueblo entero de provincia... Nos presta muy buenos servicios... Aquí, en el hospital, hay un médico condenado á perpetuidad por haber envenenado á su querida... Estuvo admirable, hace poco tiempo, cuando la epidemia de viruela: sin su abnegación, no cómo hubiéramos salido del paso... Yo no quiero que me cuide otro médico cuando esté malo... Y la familia del gobernador forma parte de su clientela...