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Un lío, otro lío y un liito. El campanario del pueblo. Vuelta al hogar. Exhibición de compras. La saya de la capitana. La pagoda. El 1.° de Julio. Juramento. Misa de vara. Recuerdos de las bodas de Camacho. Un chocolate serio y un descarnado hueso. La tenientela mayora y las juezas. Amontonamiento de alhajas. Lectura del Tadhana. La coronación.

A un colegio..., que no fuera colegio precisamente, donde se la guardaran, por de pronto, durante el día, y la enseñaran lo que ella dispusiera, más por entretenimiento que por cultivo; donde hallara un cariño y unos cuidados y unas compañías que sustituyeran, en todo lo posible, el amor y el amparo de su madre, y, sobre todo, donde no corriera los riesgos que la amenazaban en su propio hogar.

Teniendo que sostener su hogar de hombre casado, habrá comenzado allí a escribir comedias para ganar el pan de su familia, no "por su entretenimiento, como otros muchos caballeros de esta Corte", según se alababa de hacerlo en el Proceso; y, en efecto, sabemos que de Valencia enviaba obras dramáticas a directores de compañías teatrales.

Alegre todo el día, activa, solícita, llenaba el hogar del Magistral de cantares religiosos a los que daba, sin saber cómo, sentido profano, aire de la calle. Aquel tono alegre era más picante por el contraste con el rostro de Dolorosa de la joven.

Lejos, muy lejos de él estaba cuanto podía recordarle tiempos pasados, y como tales más dichosos; el hogar ennegrecido por el humo de los troncos a cuya sombra jugueteó de pequeñuelo; la fuente donde las mozas, entretenidas en mirarle, dejaban rebosar en sus cántaros el agua; y en un altillo del cementerio, con su cruz de piedra que dora cada tarde el último rayo de la luz solar, la tumba de su madre.

Es un ángel del hogar, que sabiamente interpreta en su modo de pensar la vital filosofía, y en su modo de sentir el suspiro de Julieta, el gemido de Desdémona y el delirio de Lucía. Ama su honra más que el brillo del oro resplandeciente, porque su honra constituye el tesoro solamente de su vida tan serena cual la hora matutina;

La labradora callose un momento, como si tratara de recoger las ideas; luego bajó los ojos, enarcó la gran nariz aguileña hasta cerca de los labios y una extraña palidez pareció extenderse sobre su faz. ¿Adónde demonio irá a parar? se decía Hullin. La anciana prosiguió: Yégof, al lado del hogar, con su corona de hojalata y el palo entre las rodillas, pensaba sin duda en algo.

Era como el tinte de placidez que toma la cara del buen burgués al penetrar en el hogar doméstico. Saludáronse los dos amigos con el afecto de siempre.

Rafael vivía envuelto en aquel mismo ambiente tibio y suave del hogar honrado, que una tarde, paseando por Valencia, le mostró don Andrés como esperanza risueña si quería volver la espalda a la locura. Tenía mujer e hijos; era rico.

Aquí se lucir pura y serena Tu frente que selló la castidad; Aquí se leen tus albos pensamientos Y la inefable candidez de tu alma, Y una elocuente imágen de la calma En la apacible vida del hogar. Aquí toda tu vida está en compendio Donde dice con cifra misteriosa: Bella argentina, madre cariñosa, Esposa tierna... ¿qué mas quieres, ?