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El exorcismo, que había hecho víctimas a millares de millares, quemando herejes, embrujados y endemoniados, histéricos, locos y sabios, no pudo sostenerse ante la inteligencia humana llegada a más, y cayó el primero, definitivamente, en la aurora del siglo XIX.

Los accesos nocturnos del asma, ciertos espasmos histéricos y otros padecimientos uterinos siempre presentan un elemento erético y de irritacion, que forman en casos dados una indicacion de la brionia. =C.= Dispepsia, estreñimiento, diarrea.

El cobre no modifica la corea sino cuando es crónica ó muy incipiente y parcial; los espasmos y las convulsiones no son continuas; el enfermo tiene buenos momentos, si bien los músculos voluntarios están en una escitacion continua. Los espasmos histéricos y la eclampsia del cobre se aproximan á las convulsiones epileptiformes.

Los llantos histéricos de las mujeres fueron cubiertos, devorados por el clamor que se alzó compacto y fortísimo, repitiendo frenéticamente el ¡viva!, a la vez que un huracán de palmadas asordó el coliseo. Contagiados, electrizados por la exaltación del público, los actores se esmeraban, bordaban su papel, y, poseyéndose, se abrazaban en realidad y se daban verdaderas puñadas en el tórax.

Porque la alquimia ha venido abriendo el camino a la física y a la química, han renacido la filosofía, la literatura y el arte, y el entendimiento humano, de nuevo en camino, empieza a repugnar los milagros de los muertos y los extravíos histéricos de los profetas y de los doctores de la Iglesia, en que siguen comulgando los pobres de espíritu.

La utilidad del cobre, en particular del acetato, es innegable en la supresion del sudor de los piés, así como en la de las reglas, si se desenvuelven espasmos histéricos, diarreas violentas ó asma espasmódico: la indicacion del cobre es clara, si se trata de personas delgadas, irritables, con estremecimientos musculares en el reposo, é inquietud moral habitual.

Volvió a oír allí los lamentos: unos ayes histéricos de mujer llorosa, alaridos de muchachos, semejantes al aullar de perrillos abandonados. La familia de Pachín gritaba frente a la puerta de la enfermería, defendida por un marinero impasible.

Doña Blanca hacía mucho tiempo estaba sujeta á frecuentes paroxismos histéricos. Había momentos en que le parecía que se ahogaba: un obstáculo se le atravesaba en la garganta y le quitaba la respiración. Entonces le daban convulsiones que terminaban en sollozos y lágrimas. Después solía calmarse y quedar por algunos días tranquila, aunque pálida y débil.

El coronel recordó á la difunta princesa en sus días de humor tormentoso, cuando, después de una explosión de cólera, se retorcía, pidiendo que la perdonasen, entre llantos histéricos. Al tirar suavemente de esta mano, se sintió seguido por el príncipe, inerme y sin voluntad. Martínez aguardaba á pocos pasos. Dense las manos. Todo ha terminado. Los caballeros son siempre... caballeros.

La honorable sociedad contemplaba el espectáculo con un sentimentalismo alcohólico que agolpó lágrimas en los ojos. Las damas apoyaban con desmayo poético sus cabezas rubias en el hombro más próximo. Una rompió a llorar con estertores histéricos. «La luna... la luna», murmuraba cada uno en su idioma.