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Le expliqué el carácter de Oliverio, su repugnancia absoluta por el matrimonio. Insistí sobre su creencia quizás poco razonable, pero sin réplica, de que haría infeliz a cualquier mujer, no sólo a una determinada, sino a todas sin excepción. Así trataba yo de atenuar lo que de hiriente podía tener su resistencia. Lo hace cuestión de probidad dije a Magdalena, como último argumento.

Y en medio de aquella languidez espiritual y de aquella debilidad física, el deseo de ser santa ardía en su corazón con encendimiento tenaz, atormentándole con la punzada hiriente de una idea fija. Era aquella la única luz que, con parpadeo vacilante, brillaba en su existencia.

El señor D'Orsel nos trataba a todos como a niños, incluyendo a su hija mayor, a la cual rejuvenecía por un cálculo de ternura complaciéndose en aplicarle nombres que recordaban el convento. La entrada del señor De Nièvres fue más fría y la vista de aquel cuatuor íntimo pareció causarle un efecto muy opuesto. No si fue realidad o aprensión, pero me pareció hallarle fatuo, seco, hiriente. Su conversación me desagradó. Con la corbata un poco alta, su vestido irreprochable, con un aire especial de hombre en traje de etiqueta que acaba de ofrecer una fiesta y se siente dueño de su casa, se parecía poco al cazador amable y sencillo que había sido mi huésped en Trembles; pareciome también que Magdalena, con el deslumbrante broche que llevaba sobre el pecho, con la cabellera salpicada de diamantes, no se asemejaba a la modesta e intrépida andarina, que un mes antes nos seguía recibiendo la lluvia y caminando con los pies metidos en el mar. ¿Se trataba de una simple diferencia de indumento o era aquello más bien un verdadero cambio de las almas?

A la una de la mañana la ligera indigestión había desaparecido, y como pasa fatalmente con todos los matrimonios jóvenes que se han amado intensamente, una vez siquiera, la reconciliación llegó, tanto más efusiva cuanto hiriente fueron los agravios. Amaneció un espléndido día, y mientras Berta se levantaba, escupió sangre. Las emociones y mala noche pasada tenían, sin duda, su gran culpa.

Si Romeo y Julieta, en medio de sus coloquios y deliquios, «bajo la pálida gracia elísea de las noches de luna» hubieran tenido una palabra hiriente o un concepto depresivo, aquel su estado de gloria se habría interrumpido al instante, y el vivo rescoldo de su amor se tornaría en llamarada de odio, o en triste y helada melancolía, o en torvo rencor, aunque luego desapareciese tal estado de ánimo para retornar al amor.

Vi aparecer un ser nuevo, extravagante, incoherente, inexplicable y fugaz, agriado, entristecido, hiriente y sombrío, como si hubiera estado rodeado de insidias, precisamente cuando yo me sacrificaba sin reservas consagrado a allanar su existencia y a apartar de ella hasta la sombra de una preocupación. Algunas veces la encontraba anegada en lágrimas.

, que al partír de Cuba, inclinada la frente, cojiste tierra, "para besarla eternamente", lee en el libro abierto de mi Naturaleza, donde es panal la vida y otro Dios la belleza, donde, como en un pórtico de bienaventuranza, encontrarás a cada aurora una esperanza, y en la mujer, la flor, el nido y los alcores, oirás la sinfonía de todos los amores; el cielo, siempre azul, sin mácula ni daño, que da eternal cobijo al propio y al extraño; los árboles ciclopeos que alzan la copa al cielo y hunden, por defenderse, la raigambre en el suelo, de corteza tan amplia, que unida la cintura de tres gigantes de descomunal figura; el Apo y el Maquiling, el Taal y el Mayón de fraguas encendidas como un gran corazón, incensario de fuego hiriente en el altar de la patria, como un eterno luminar, como idea que salta del crisol de tu mente, como el anhelo indígena de ser independiente...

Después de esto, vuestra posición respecto del señor de Lerne después de vuestro duelo, os impone ciertas atenciones particulares. Es justo; pero, ¿cómo tener valor para alejarme? A propósito interrumpió la señora de Maurescamp . ¿Cuál ha sido el motivo de este duelo? ¿Puede saberse? ¡Oh! nada, habladurías. ¿Habladurías? ¿Qué habladurías? Una palabra hiriente que me refirieron.

Narcisa, enterada del suceso, tuvo la más despiadada y cruel sonrisa para la boca abierta de la madre y de la caja, y encogiéndose de hombros comenzó a congratularse de haber acertado en sus pronósticos. Y todos sus ademanes y sus dichos eran una jactancia orgullosa de sibila, una mofa hiriente y sangrienta para la desmelenada señora....