United States or Cook Islands ? Vote for the TOP Country of the Week !


La única persona que me interesa en el mundo, está al abrigo de los males que yo sufro, la veo dichosa, sonrosada y risueña. Pero los que no sufren solos, los que oyen el grito desgarrador de sus entrañas repetido por labios amados y suplicantes, los que son esperados en una fría buhardilla por sus mujeres macilentas, y sus hijuelos taciturnos. ¡Pobres gentes!... ¡Oh, santa caridad!

Y esto otro: Estaba la pájara pinta a la sombra de un verde limón.... Estos cantares los oía en una plaza grande a las mujeres del pueblo que arrullaban a sus hijuelos.... Y así se dormía ella también, figurándose que era la almohada el seno de su madre soñada y que realmente oía aquellas canciones que sonaban dentro de su cerebro.

En gran número, preñadas y sin defensa contra el implacable azote, unos y otras fueron lanzados á la costa y destruidos por el porrazo. Dos de las hembras parieron en la playa, lanzando gritos desgarradores, ni más ni menos que nuestras mujeres, y con sus lamentos parecían querer indicar que se preocupaban de la suerte que cabría á sus hijuelos. Las sirenas. Acabo de abordar; heme aquí en tierra.

En África no los miran los pueblos del país como dioses, sino que les ponen trampas en el bosque, y se les echan encima en cuanto los ven caer, para alimentarse de la carne, que es fina y jugosa: o los cazan por engaño, porque tienen enseñadas a las hembras, que vuelven al corral por el amor de los hijos, y donde saben que andan una manada de elefantes libres les echan a las hembras a buscarlos, y la manada viene sin desconfianza detrás de las madres que vuelven adonde sus hijuelos: y allí los cazadores los enlazan, y los van domando con el cariño y la voz, hasta que los tienen ya quietos, y los matan para llevarse los colmillos.

Allá van, pues, gozosos y tranquilos: los mancebos renunciando á sus doradas esperanzas, á su brillante porvenir, á la ciencia, á los honores, á la gloria, al amor, á todo lo mundano; las madres despidiéndose para siempre de sus inocentes hijuelos, en quienes se compendian para ellas todos los placeres de la tierra, y estampando en sus rosadas megillas el último beso, que reciben dormidos, ignorantes de su próxima horfandad.

Cuando hicieron sus nidos, se metían en las casas para robar, de los costureros de las señoras, hilachas y trapos, de que luego, con la mayor destreza, hacían sábanas, almohadas y edredones para sus hijuelos. Ahora, estos graciosos bandidos andan por esos mundos ejerciendo su depravada rapacidad en los trigos y en las hortalizas.

En la noche serena le faltará á mi contento el murmullo de su aliento que arrulla y duerme mi pena. ¡Se van! Cual la golondrina que el frio invierno adivina, y guiando sus hijuelos breve y fugaz, por los cielos buscando la luz camina...

GOPA. ¡Oh Pratyapati! ¡Cuán encontrados sentimientos son los nuestros! Si le amas como madre, yo, como esposa, como mujer enamorada le amo. Este modo de amar es menos fuerte, por lo común, que el amor de madre. En el amor de madre hay mucho que nace de las entrañas y que allí se arraiga. Por eso, no ya las mujeres, sino las mismas fieras aman a sus hijuelos.

Esta casa grande y parda y las casuchas más pardas aún que yacían á su alrededor, semejaban de lejos á una gallina pastando con sus hijuelos en el campo. Alzábase el pueblo de la Segada en el fondo del valle y ocupaba el ángulo formado por un riachuelo que venía de las montañas cercanas á desembocar en el Lora. Distaría del primero unas cien varas, y de éste unas trescientas.

Tan sólo siete tilos que ha olvidado la reja del labrador, adornan aquel pedazo de tierra inculta. A su sombra soñé yo durante mi infancia. Hay entre las rocas un pozo que guarda las aguas pluviales, donde el caminante puede saciar su sed. Sobre el terreno arcilloso de la era, hay en verano abundancia de mieses, donde los gorriones recogen alimento para sus hijuelos.