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28 Y sacaban caballos y lienzos a Salomón de Egipto; porque la compañía de los mercaderes del rey compraban caballos y lienzos. 1 Pero el rey Salomón amó a muchas mujeres extranjeras junto con la hija de Faraón; a las de Moab, a las de Amón, a las de Idumea, a las de Sidón, y a las heteas;

Resuelto así el negocio de una manera satisfactoria para Ester, ésta partió con su hija para su cabaña. Cuando descendían las escaleras, se cuenta que se abrió el postigo de la ventana de uno de los cuartos, asomándose el rostro de la Sra. Hibbins, la iracunda hermana del Gobernador, la misma que algunos años después fué ejecutada por bruja.

El que ha entrado en esta casa usurpando un nombre para mejor engañarnos; el que se ha vendido por amigo y dependiente de la casa para seducir a la hija de su dueño; el que ha tenido la osadía de oponerse con el revólver en la mano a que se cumpliese la voluntad de una madre, produciendo un escándalo en la calle, no debe venir hablándonos de sus sentimientos, porque ya los conocemos bien.

Si no fuese porque este drama peca en alto grado por la hinchazón gongorina de su estilo, igualaría á la titulada Del Rey abajo, ninguno. El argumento es de interés extraordinario, y su disposición, en su mayor parte, se distingue por su acierto y su arte. Enrique, hijo del rey de Sicilia, criado en casa de Roberto, magnate del reino, concibe viva pasión por Blanca, hija de su bienhechor.

El chico prosiguió: Esa joven, que el señor llama Linilla, es hija de un militar, y el P. Herrera la recogió en un mesón; es huérfana, no tiene ni padre ni madre.... Pues ¡yo no me acuerdo de eso!... dijo la señora con mucha calma, sirviéndose una tajada de rosbif. ¡Ah que mamá! ¡Pues yo me acuerdo!

Varias veces había llegado él en ocasión de estar la madre y la hija en el oratorio; porque hasta oratorio tenía la casa de la marquesa de Montálvez... ¡Ah!, si las personas mal informadas, si su aprensiva madre pudieran ver lo que él iba viendo tan despacio y tan desapasionadamente, ¡qué diversos serían sus juicios sobre aquel delicado particular!

D. Jaime dijo D. Acisclo, presentándole a doña Luz ; y luego añadió, dirigiéndose a D. Jaime: La señorita doña Luz, hija del difunto marqués de Villafría.

Pues si no fuera porque el lance es bastante triste, te diría que te rieras... ¡Te has de quedar más convencida...! Y no te apures por la plancha, hija. Ahí tienes lo que las personas sacan de ser demasiado buenas. Los ángeles, como que están acostumbrados a volar, no andan por la tierra sin dar un traspié a cada paso.

Y ahora, Ester, dijo el anciano Rogerio Chillingworth, como había de llamarse en lo sucesivo, te dejo sola: sola con tu hija y con la letra escarlata. ¿Qué es eso, Ester? ¿Te obliga la sentencia á dormir con la letra? ¿No tienes temor de que te asalten pesadillas y sueños horribles?

Su padre tiene amenazadas a todas las mozas de que a la que entre aquí en marchándose su hija, le mete él una perdigonada en los lomos.... Y saben que es hombre para hacerlo como lo dice.