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Piensan que con los hijos de Mahoma se iría el lucrar y el sabroso vivir, y sus tierras se cubrirían de hierbas malignas.

Poseía una gracia ingénita que no siempre acompaña á la belleza perfecta: su traje, á pesar de su sencillez, despertaba en el que la veía la idea de que era precisamente el que más le convenía. Pero la tierna Perlita no estaba vestida con silvestres hierbas.

Libre de la cárcel que la aprisionaba, la ninfa alegre mira el cielo azul, los árboles, las hierbas, las cañas que se balancean; refleja la inmensa naturaleza en el hermoso zafiro de sus aguas, y, sugestionados por sus límpidas miradas, nos sentimos poseídos de misteriosa ternura.

Y ¿por qué? dijo el médico, ¿por qué no hacerlo, cuando todas las fuerzas de la naturaleza demandan de tal manera la confesión de la culpa, que hasta estas hierbas negras han salido de un corazón enterrado, para que quede manifiesto un crimen que no se reveló? Eso, buen señor, no pasa de ser una fantasía vuestra.

Después de cocidas se rebozan con huevo y harina, y se fríen en aceite o manteca de cerdo. ANGUILA EN SALSA. Para guisar como es debido una anguila se la pone en la parrilla, envuelta en papel untado de aceite o manteca de cerdo; una vez hecha, se divide por el lomo al tiempo de servirla; para que esté mejor, se rellena con una masita hecha de manteca de vaca, hierbas finas y pan rallado.

Bebida por las raíces que se mojan en el arroyo, el agua sube de poro en poro por los intersticios capilares del suelo, hincha de savia multitudes sin fin de árboles y hierbas, y sirve así indirectamente á la alimentación del hombre por tubérculos, matas, hojas, frutos y simientes. En el trabajo agrícola es donde principalmente el arroyo se hace un poderoso auxiliar de la humanidad.

Veíalo sobre el muro, o en el veto de las tinieblas; veíalo en los cielos, indeterminado y sublime, confundiendo su belleza con el hechizo de la noche. Otras veces era toda su persona revestida de blancura nupcial y vagando bajo los arcos o entre las hierbas, como una sonámbula. Ramiro hallábase embebecido.

Esta extensión de las llanuras imprime, por otra parte, a la vida del interior cierta tintura asiática que no deja de ser bien pronunciada. Muchas veces, al salir la luna tranquila y resplandeciente por entre las hierbas de la tierra, la he saludado maquinalmente con estas palabras de Volney, en su descripción de las Ruinas: La pleine lune

Allá arriba, en el libre monte, el agua centellea al sol y transparente, á pesar de la profundidad, deja ver las blancas piedras, la arena y las hierbas estremecidas de su lecho; murmura dulcemente entre las cañas; los peces surcan la corriente, rápidos, como flechas de plata, y los pájaros hacen temblar la superficie al choque de sus alas.

A la Regenta le temblaba el alma con una emoción religiosa dulce, risueña, en que rebosaba una caridad universal; amor a todos los hombres y a todas las criaturas... a las aves, a los brutos, a las hierbas del campo, a los gusanos de la tierra... a las ondas del mar, a los suspiros del aire.... «La cosa era bien clara, la religión no podía ser más sencilla, más evidente: Dios estaba en el cielo presidiendo y amando su obra maravillosa, el Universo; el Hijo de Dios había nacido en la tierra y por tal honor y divina prueba de cariño, el mundo entero se alegraba y se ennoblecía; y no importaba que hubiesen pasado tantos siglos, el amor no cuenta el tiempo; hoy era tan cierto como en tiempo de los Apóstoles, que Dios había venido al mundo; el motivo para estar contentos todos los seres, el mismo.