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Pistolete, sin dejar sosegar los palillos, ha decidido regresar... Oyesele bajar por el bosque, siempre tocando... Y yo, tumbado sobre la hierba, enfermo de nostalgia, al oír el ruido del tambor que se aleja, creo ver desfilar entre los pinos a todo mi París... ¡Ah, París!... ¡París!... ¡París siempre!

Después de todo era acaso un purpurino rayo de sol que jugueteaba entre las ramas... Vuelta en , la joven declaró valientemente que quería continuar el paseo, pero en el momento de montar a caballo vio una cosa que relucía en la hierba pisada. Era la crucecita regalo de la tía Liette.

15 Tornaré en soledad montes y collados; haré secar toda su hierba; los ríos tornaré en islas, y secaré los estanques. Estas cosas les haré, y nunca los desampararé. 18 Oh sordos, oíd; y ciegos, mirad para ver.

El pueblo tiene un aspecto triste, la hierba crece en sus calles y las conchas y puertas de las casas permanecen casi todo el año cerradas, efecto de vivir la mayoría de sus vecinos en las haciendas ó sementeras, de las que no salen sino en los días solemnes. Edificios no tiene ninguno digno de citarse.

El jardín, como nadie ignora, es muy bonito, y por la noche, iluminado con luces de gas veladas por globos de cristal blanco y opaco, parece mayor. Aquella iluminación presta a los árboles y a la verde hierba y a las flores cierta vaguedad y hermosura. La animación y el bullicio dan al conjunto superior agrado.

Ambas Juanas no recibían a don Paco en la sala, sino en el patio, donde se gozaba de mucha frescura y olía a los dompedros, que daban su más rico olor por la noche, a la albahaca y a la hierba luisa, que había en no pocos arriates y macetas, y a los jazmines y a las rosas de enredadera, que en Andalucía llaman de pitiminí, y que trepan por las rejas de las ventanas, en los cuartos del primer piso, donde dormían Juanita y su madre.

No, no: no lo intente, está demasiado lejos... y luego he oído decir siempre, que el río es profundo y peligroso bajo la cascada. Tranquilícese, señorita: soy prudente. Al mismo tiempo arrojé mi levita sobre la hierba y entré en el pequeño lago, tomando la precaución de mantenerme á cierta distancia de la cascada.

En aquel mismo lugar había también resuelto consagrar a mi querido Werther una tumba cubierta de hierba ondulante, como él la deseaba; y hoy he sentido un secreto deseo de cavar la mía. ¡Es un destino tan cruel el de morir lejos de lo que nos fue querido y el de dejar los cuidados de nuestra sepultura en manos de un extraño! 24 de septiembre.

Después de almorzar en Roca Tajada, en la taberna de Matiella, estanquero y albañil, grande amigo de Frígilis, los dos amigos cazadores dejaron el camino real, y por prados fangosos de hierba alta, de un verde obscuro, llegaron otra vez a las orillas del Abroño, allí más ancho, rodeado de juncos y arena, rizado por las ondas verdes que le mandaba el mar ya vecino.

Pero quieres arruinarme dijo Lacante sonriendo y acariciando el cabello de su hija, que estaba arrodillada a su lado en la hierba. ¿Quieres, verdad? le dijo Elena besándole la mano. Estoy segura de que doña Polidora consentirá en volver al campo Quemado.