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Bueno: pues si es verdad que ya no estás enojada conmigo, ¿qué te hice yo para que te pusieras enojada? si es verdad que ya no estas enojada, ponte hoy mis camelias. ¡Yo, camelias! , mis camelias. Mira, aquí están; yo misma te las llevo a tu cuarto. ¿Quieres?

42 En tabernáculos habitaréis siete días; todo natural de Israel habitará en tabernáculos; 43 para que sepan vuestros descendientes que en tabernáculos hice [yo] habitar a los hijos de Israel, cuando los saqué de la tierra de Egipto. Yo [soy] el SE

¿Dónde está, dónde está esa Gaceta? Al punto corrieron el Marqués y D. José María a la habitación inmediata. La Marquesa, que no había parado mientes en mi persona aunque le hice reverencias muy profundas, acercóse a su sobrina, y mostrándole un medallón que en la mano traía, le dijo: ¿Te gusta? ¿No es verdad que está parecido? El pintor ha hecho un hermoso retrato.

¿Y qué inconveniente ha de haber? Le diré a usted interrumpió don Cándido, tiene dada ya una comedia de costumbres. Con perdón de usted se apresuró a decir Tomasito, cuando la hice no había leído a Víctor Hugo: ni tenía los conocimientos que tengo en el día... ¡Ay! ya. Pues mi hijo dio esa comedia, y verá usted lo que sucedió a mi entender.

Lo peor del caso era que la fortuna de su familia no permitía las prodigalidades á que él se entregaba, por lo que, disipada la herencia de su padre, mi desgraciado amigo tuvo que estar á cargo de su madre y de su hermana. ¡Ah! querido amigo, ahí es donde yo dejé de comprenderle y me hice severo para él.

La casa no tenía puertas sino en la pieza que habitaba mamá, pues como había dado desde el principio en tener miedo, no hice otra cosa, en los primeros días de urgente instalación, que aserrar tablas para las puertas y ventanas de su cuarto.

Mi aprendizaje con el sargento Gómez lo hice pronto, y sus observaciones y los cuentos que me contaba son la materia principal de los pocos capítulos que voy a consagrar a la gente maleante con que teníamos que bregar y a la cual recién más adelante conocí, cuando, colocado ya en altura mayor que la de simple agente de pesquisas, me fue dado penetrar en las profundidades de nuestro organismo social, estudiando casos particulares.

Una mano ruda sujetó por un instante mi cabeza; un lienzo cubrió mis ojos; sentí mucha apretura en la garganta, y... desperté. El cuello de la camisa me estaba apretando de un modo extraordinario. No hice más que soltar el botón y quedé otra vez profundamente dormido.

¿Qué historia? dijo. La otra, cuando yo vivía a su lado... le hice notar con suficiente claridad. Nada... absolutamente nada. Veamos; míreme un instante... No, ni aunque lo mire... me lanzó en una carcajada.

Desearía haberlo demostrado a satisfacción de ustedes en el abasto provisional que hice para su cocina y despensa. Puedo jurarles que puse en ello los cinco sentidos.