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A los diez y seis años hice un viaje no muy feliz a Terranova, de grumete. Casi todos los vascos que íbamos a la pesca del bacalao nos reuníamos en Saint-Malô; arrendábamos unas cuantas barcas y marchábamos a pescar a las islas de Saint-Pierre y Miquelon; pero los arrendadores nos daban goletas viejas sin condiciones marineras, llenas de agujeros tapados con estopa.

Mucho te quiere el capitán, Florita le decía aquélla con sonrisa ambigua; la misma sonrisa que se pintaba en el rostro de las otras tres mujeres que con ella estaban sentadas. ¿Por qué me ha de aborrecer? Nunca le hice daño respondió la joven con presteza. Tampoco yo le he hecho daño, y no me quiere tanto. Será porque no le ha caído usted en gracia.

Entonces pide usted las llaves a las niñas, y abre usted. Ahora, a otro punto. No quiero retribuir el trabajo de usted como a los demás, de una manera eventual, a lo que caiga. Así lo hice con otros; pero con usted será otra cosa. Le estimo a usted, y a su familia, y me complazco en proteger a los jóvenes listos y de porvenir, por lo cual he decidido señalar a usted un sueldo fijo.

Porque, vean ustedes lo que es terrible en la vejez: cada año atrofia un nervio más en nosotros; y, cuando estamos por llegar a los cincuenta años, el trabajo y el reposo nos son igualmente mortíferos. Entonces estaban de moda las corbatas de color punzó; yo usaba, por lo tanto, una corbata punzó; usaba también zapatos puntiagudos, e hice poner forros de seda a mis trajes.

Considera que no puedes cristianamente llegar al fin de tus deseos, porque Luscinda es mi esposa y yo soy su marido''. ¡Ah, loco de , ahora que estoy ausente y lejos del peligro, digo que había de hacer lo que no hice! ¡Ahora que dejé robar mi cara prenda, maldigo al robador, de quien pudiera vengarme si tuviera corazón para ello como le tengo para quejarme!

Mas el pronóstico del cielo no salió mentiroso, y después acá muchas veces me acuerdo de aquel hombre, que sin duda debía tener espíritu de profecía, y me pesa de los sinsabores que le hice. Visto esto y las malas burlas que el ciego burlaba de , determiné de todo en todo dejalle, y como lo traía pensado y lo tenía en voluntad, con este postrer juego que me hizo, afirmélo más.

Hice notar mis observaciones a Teobaldo, que me trató de visionaria y no quiso darme crédito. »No obstante, cierto día entró en mi habitación con aire agitado. »Juanita me dijo: aquí sucede algo extraordinario. Hay una porción de armas en los subterráneos del castillo. »¿Armas de caza? le pregunté.

A las ocho de la noche entró el viento por el E flojo, con el que me hice á la vela; y á las diez se llamó el viento á la proa, por lo que fondo.

¿Qué es lo que me persigue y me tienta de esta manera? se preguntó el ministro á mismo, deteniéndose en la calle y golpeándose la frente. ¿Estoy loco por ventura, ó me hallo completamente en poder del enemigo malo? ¿Hice un pacto con él en la selva y lo firmé con mi propia sangre? ¿Y me pide ahora que lo cumpla, sugiriéndome que lleve á cabo todas las iniquidades que pueda concebir su perversa imaginación?

Luego el perro de Satanás me atormentaba por vengarse, y cuando empezaba la misa, a me parecía que alzaban el telón, y cuando yo rompía a cantar, se me venía a la boca aquello de El Siglo, que dice: 'Somos figurines vivos.... Y un día por poco no lo suelto... Pillinadas del diablo; pero no podía conmigo ni con mi fe, y tanto hice que lo metí en un puño, y ahora, que se atreva, ¿a que no se atreve?... Llora, hija, llora todo lo que quieras, que Dios te iluminará y te dará su gracia».