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¡Pagar!... ¿Y cómo? Ya era tarde. Por un momento se le ocurrió la heroica resolución de ofrecerse como voluntario, de marchar con la bolsa al costado en uno de aquellos grupos de futuros combatientes, lo mismo que su carpintero.

Nacidos en la clase más humilde, habían luchado solos en edad temprana por salir de la ignorancia y de la pobreza, viéndose a punto de sucumbir diferentes veces; mas tanto pudo en ellos el impulso de una voluntad heroica, que al fin llegaron jadeantes a la ansiada orilla, dejando atrás las turbias olas en que se agita en constante estado de naufragio el grosero vulgo.

Las evoluciones de las maniobras militares; el tumulto y fragor de la batalla; los bélicos sonidos de antigua y heroica música oída hacía treinta años, tales eran quizá las escenas y armonías que llenaban su espíritu y se desplegaban en su imaginación.

Quizá un pensamiento de ambicion fué causa de la derrota de Cárlos Alberto; quizá la ambicion que en Novara se mostró fué orígen de deplorables acontecimientos... ¿Quién sabe si á no ser por ella Milan y la heróica Venecia no hubieran sacudido su ominoso yugo?

«Del salon de SANTA ISABEL por ejemplo, de este magnífico resto de la grandeza del antiguo Reino de Aragon; de esa joya arqueológica, que la heróica Zaragoza ha conservado en medio de las ruinas de sus modernos edificios ¿qué podrémos decir que no hayamos va escrito al describir otros muchos monumentos de la misma época de los Reyes Católicos, esto es, del siglo XV

Era el recuerdo de aquellas memorables palabras suyasLo probaré, señor!" pronunciadas en los momentos mismos de llevar á cabo una empresa tan heroica cuanto desesperada, y que respiraban el indomable espíritu de la Nueva Inglaterra.

Ha debido caer á unos trescientos metros dijo René tranquilamente. El senador, espíritu impresionable, sintió de pronto una confianza heroica. No valía la pena ocuparse tanto de la propia seguridad cuando los otros hombres, iguales á él aunque fuesen vestidos de distinto modo , no parecían reconocer el peligro.

Yo haré relacion de lo que he visto. Al dia siguiente de mi llegada á la capital de Francia, fuíme al Cuartel Latino á visitar dos casas célebres: la que habitó últimamente Robespierre y aquella en que vivia Marat cuando la heróica Carlota Corday libró á la humanidad de tan furibundo demagogo.

En cambio, la voz de la cordura, siempre prudente y mesurada, mostró ahora una tranquilidad heroica, hablando lo mismo que un hombre de paz que estima sus compromisos superiores á su vida. «Calma, Ferragut; has vendido tu buque con tu persona y te han dado millones. Debes cumplir lo que prometiste, aunque en ello te vaya la existencia... El Mare nostrum no puede navegar sin un capitán español.

Y de nuevo, la voz ajena y sosegada que solía susurrar en el fondo de su conciencia, le habló de esta manera: Abandona la brega de los hombres. No hay vida más heroica, más fuerte, vida más vida que la de aquel que, desnudándose por entero del vano ropaje mundanal, sigue la senda de Cristo Nuestro Señor.