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El confesor del rey fué introducido en el elegante gabinete de doña Clara. La joven estaba pálida, cansada, y la palidez y el cansancio aumentaban su hermosura. ¡Oh! ¡bendito sea Dios, que os veo! dijo levantándose y poniendo un sillón junto al brasero al padre Aliaga. Me habéis escrito una carta que me ha puesto muy en cuidado dijo fray Luis.

Era preciso devorar, aunque costase un poco de llanto al principio el pasar los bocados. La naturaleza vino pronto en ayuda de aquel esfuerzo terrible de la voluntad. Ana quería fuerzas, salud, colores, carne, hermosura, quería poder librar pronto a sus tías de su presencia. El cuidarse mucho, el alimentarse bien le pareció entonces el deber supremo.

Aquella mujer encantadora fue desgraciadísima por causa de su propia hermosura: todas sus desdichas, y fueron tantas que acabaron con ella, tomaron origen en su funesta belleza. El primer hombre a quien quiso murió loco por no lograr que se la diesen como esposa.

En el brocal de aquel pozo que está en medio del patio se está mirando siempre una dama muy hermosa, como lo verás si ella alza la cabeza, hija de pobres y humildes padres, que queriéndose casar con ella muchos hombres ricos y caballeros, ninguno la contentó, y en todos halló una y muchas faltas, y está atada allí en una cadena porque, como Narciso, enamorada de su hermosura, no se anegue en el agua que le sirve de espejo, no teniendo en lo que pisa al sol ni a todas las estrellas.

Arruinó al par, y después á un consejero del Parlamento, y luego á un caballero de San Luis, y después á un tendero de la calle de San Honorato, explotó cuanto pudo su hermosura hasta los veinticinco años, en que rica y célebre, se casó con un hermoso oficial de mosqueteros que encontró inoportuno pedir honra á una dama tan hermosa, tan rica y tan pretendida. El duque había logrado su objeto.

ATENAIS. Ya eres dichosa. Posees ciencia, hermosura, juventud, riqueza y hasta aseo. Yo, desvalida y menesterosa, lejos de envidiarte, me regocijo. PROCLO. El cielo te premiará, generosa Atenais. Yo, que estoy ahora inspirado, leo en el porvenir tu egregio destino. El joven Teodosio, a quien educa muy bien su hermana Pulqueria, a fin de que brille en el trono imperial, se casará contigo.

En las siguientes filas estaban las educandas de doce y trece primaveras, presumidillas, entonadas; y detrás de estas las señoritas que frisaban con los quince, flor y nata de la hermosura vetustense algunas de ellas, casi todas iniciadas en los misterios legendarios del amor de devaneo, muchas próximas a la transformación natural que revela el sexo, y dos o tres, pequeñas, pálidas y recias, mujeres ya, disfrazadas de niñas, con ojos pensadores cargados de malicia disimulada.

El autor acentúa más la nota en elogio de Arenal haciendo decir al Forastero en la escena IX estos versos: Préciese de su edificio Zaragoza enternamente; Segovia de su gran puente, Toledo de su artificio; Barcelona del tesoro, Valencia de su hermosura, la corte de su ventura y de sus almenas Toro;

Lo dicho, bella Constanza, estáis en mis tierras y no saldréis de ellas sin pagarme el tributo de vuestra hermosura. ¡Soltad, villano! exclamó ella. ¿Es esta vuestra hospitalidad? ¡Antes la muerte que cederos! ¡Soltadme, ó si no!... ¡Á , doncel! gritó desesperadamente al ver á Roger. ¡Amparadme, por Dios!

Observaba las caras con la más viva atención, y la maravillosa concordancia de los accidentes faciales con el lenguaje le pasmaba en extremo. Viendo a las criadas y a otras mujeres de Aldeacorba, manifestó el más vivo desagrado, porque eran o feas o insignificantes; y es que la hermosura de su prima convertía en adefesios a todas las demás mujeres. A pesar de esto, deseaba verlas a todas.