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A más de los cuadros que pintó el maestro sevillano para los templos de esta ciudad que he citado, se encuentran hoy en el Museo provincial las siguientes obras: Visión de san Basilio, dos santos de la orden franciscana, Un santo obispo, san Gregorio, san Demetrio, san Antonio, san Pedro, Sebaste, santa Dorotea, santa Gertrudis, Un santo religioso bernardino y la Apoteosis de san Hermenegildo, ya citada.

El fuego del Real Carlos se pasó al San Hermenegildo, y entonces... ¡Virgen del Carmen, la que se armó! ¡A las lanchas!, gritaron muchos. El fuego estaba ya ras con ras con la Santa Bárbara, y esta señora no se anda con bromas... Nosotros jurábamos, gritábamos insultando a Dios, a la Virgen y a todos los santos, porque así parece que se desahoga uno cuando está lleno de coraje hasta la escotilla.

Ante mis ojos estupefactos, don Hermenegildo se puso en cuatro patas. Entonces, Pedro Barquín, colono de la duquesa, hombre tosco y de aspecto soez, se colocó detrás del viejo magistrado, e introduciéndole el pie por la entrepierna, lo levantó en vilo y lo lanzó a regular distancia.

En el siglo XVIII, haciéndose necesarias algunas reformas en el antiguo paseo, las llevó á cabo en 1764 el asistente don Ramón Larumbe; el cual coronó su obra levantando al final de la Alameda dos ridículas columnas, parodia de las puestas por el conde de Barajas, las cuales remataron en dos leoncillos de piedra, al pie de los que su señoría, deseando perpetuar la memoria del trabajo, hizo grabar estas líneas, ya casi borradas hoy: « NO=8=DO Reinando en España la católica magestad de don Carlos III, siendo asistente de esta ciudad el señor don Ramón de Larumbe del orden de Santiago, del consejo de S.M., intendente general del ejército de los cuatro reinos de Andalucía y superintendente general de rentas, se acabó la obra de la cañería de la fuente del Arzobispo en 28 de Enero de 1764 y la distribución de su agua consiste en el pilar del arzobispo, la de la fuente de Córdoba, seis pilas de esta Alameda y la de san Vicente y de gracia al convento de esta de capuchinos, hermandad de san Hermenegildo, san Basilio, Belen y san Francisco de Paula y se pone esta lápida en virtud de acuerdo del ilustre cabildo de la ciudad, habiendo sido diputado de esta obra el señor veinticuatro don Juan Alonso de Lugo y Aranda

Terminados los licores y el café, y cuando ya el humo de todos los cigarros se había mezclado y confundido, formando un a manera de toldo que colgaba del techo, la duquesa dijo: «Don Hermenegildo, hace tiempo que no nos obsequia usted con el salto de la truchaDon Hermenegildo se puso en pie.

¡Jesús, María y José!, ¡qué horror! exclamó mi ama . ¿Y se salvaron? Nos salvamos cuarenta en la falúa y seis o siete en el chinchorro: éstos recogieron al segundo del San Hermenegildo. José Débora se aferró a un pedazo de palo y arribó más muerto que vivo a las playas de Marruecos. Los demás... y en ella cabe mucha gente.

Es un San Hermenegildo admirable, hecho en su calabozo por aquel pintor, condenado á perder la mano por haberle dado un bofeton á cierto clérigo. Sin duda el artista comprendía muy bien todo el valor de su mano en capilla, puesto que produjo una obra sublime que le valió el perdon.

Entonces nos quedamos todos tiesos de espanto, porque vimos que el barco con que nos batíamos era el mismo San Hermenegildo. Eso que estuvo bueno dijo Doña Francisca mostrando algún interés en la narración . ¿Y cómo fueron tan burros que uno y otro...? Diré a usted: no tuvimos tiempo de andar con palabreo.

Yo iba en el Real Carlos, de 112 cañones, que mandaba Ezguerra, y además llevábamos el San Hermenegildo, de 112 también; el San Fernando, el Argonauta, el San Agustín y la fragata Sabina. Unidos con la escuadra francesa, que tenía cuatro navíos, tres fragatas y un bergantín, salimos de Algeciras para Cádiz a las doce del día, y como el tiempo era flojo, nos anocheció más acá de punta Carnero.

José Débora miró y me dijo: «Que el palo mayor se caiga por la fogonadura y me parta, si hay por estribor más barco que el San Hermenegildo. Pues por o por no dije , voy a avisarle al oficial que está de cuarto». No había acabado de decirlo, cuando pataplús... sentimos el musiqueo de toda una andanada que nos soplaron por el costado.