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La abuela echa chispas contra Francisca; la de Ribert y Genoveva están indignadas, y el cura afirma que desde Dalila no se ha visto un ejemplo de traición semejante... Me esfuerzo por parecer animosa, pero estoy herida en el corazón... ¡Queridos sueños míos!... ¡Qué derrumbamiento! 20 de marzo.

El domador quedó también gravemente herido. Dos mujeres fueron recogidas con contusiones de importancia, una de ellas, una vieja de un caserío lejano que hacía diez años que no había estado en Urbia, la otra, la madre de Martín, que además de las magulladuras y golpes, presentaba una herida en el cuello, ocasionada, según dijo el médico, por un trozo del barrote de la jaula, desprendido al choque de la bala disparada por una persona desconocida.

Esta cultura es una tiniebla iluminada por un fuego fátuo; es una sombra herida exteriormente por una luz que viene de abajo, que no viene de arriba, que alumbra por fuera, que no alumbra por dentro.

Es un cargo para ti, porque no puede ser otra cosa cada grito que me arranca esta herida hecha por tu mano, y que no acaba nunca de cicatrizarse. ¡Ay de ti y de tu hija inocente el día en que esa herida no te duela! ¿Qué quieres decirme, consejero de Satanás?

Y así fué, porque si bien Beauchamp asestó á su contrario fuerte golpe en el yelmo, recibió en cambio tan furiosa lanzada que lo sacó de la silla y lo hizo rodar por el suelo. No tuvo mejor suerte el de Percy, que sacó roto el escudo y desguarnecido el brazo izquierdo, amén de una ligera herida en el costado.

Una tarde, después de comer y haber terminado con todos los menesteres de la casa, se encaminó á pie hacia Entralgo. Encontró al ama de gobierno muy afligida y se enteró de que D. Félix había salido ya de Oviedo para Panticosa con la señorita María. La buena de D.ª Robustiana, como los demás vecinos, tampoco concebía grandes esperanzas: pensaba que la señorita estaba herida de muerte.

Yo, tío, no lo . El mal ha venido de súbito. La criada, que me trajo la carta de Clarita, dijo que su ama cayó enferma como herida por un rayo; que eso es verdad, la señora estaba delicada, pero que al fin lo pasaba regular, como casi todos, cuando de repente, cual si hubiera tenido alguna aparición de los malos y hubiera peleado con ellos, cayó en tal postración, que ha sido menester ponerla en la cama, donde está aún con calentura.

Lepe llegó el primero, y al parecer de buen humor, pero con los labios plegados por una sonrisa de incredulidad que daba pena; Infolio era un anciano achacoso, gastado e impotente para gozar lo que soñaba; Tizona traía melladas las armas, el cuerpo cosido a cicatrices, y alguna herida fresca todavía.

Al mismo tiempo se apoderó de una curiosa repugnancia, y, aun cuando felizmente pude detener el derrame de sangre, lo que tendía a demostrar que la herida no era, después de todo, tan seria, mis manos empezaron a encogerse de una manera extraña, a la vez que mis carrillos se vieron atacados de un dolor peculiar, muy semejante al que se sufre cuando empieza un ataque de neuralgia.

¡Oh víscera escondida que sin cesar renuevas en tu fondo tu amor ardiente y hondo, sin ver que quedas para siempre herida...! ¡Oh triste corazón! ¿por qué vas ciego tropezando en las sombras del camino, cuando tu propio sino te grita: "¡Aún no! Tu ruego no llegó a su destino y tu tiempo de amar no es hoy, es luego"?