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Suele, tal vez ser tan ligera, como Va por el aire el aguila, ó saeta, Y tal vez anda con los pies de plomo. Pero para la carga de un poeta, Siempre ligera, qualquier bestia puede Llevarla, pues carece de maleta. Que es caso ya infalible, que aunque herede Riquezas un poeta, en poder suyo No aumentarlas, perderlas le sucede.

En la cara de la Pimentosa parecían fluctuar batallando la cólera y el respeto, y con turbada lengua se disculpó así: Bueno, ya lo .... ¡Caramba, qué trompeta de Padre!.. No soy sorda.... Yo bien que Su Reverencia habla con razón. Pero yo me voy a separar de Tablas, yo reniego de Tablas, que es un holgazán, que me está comiendo lo que gano y lo que heredé de mi difunto.

Ya es tarde para emprender un nuevo camino. Mi vida terminó, y aquí me enterrarán, estoy seguro; aquí quedará todo lo que heredé de mi padre, todo lo que me legaron varias tías viejas... Algunas veces, viendo claro, he emprendido un viaje de huída... Pero al estar lejos siento una indignación feroz.

¿Y cree usted, santo de Dios, que no se me había ocurrido a ? ¿Piensa usted que no sueño todas las noches con un chiquillo que se me parezca, que no sea hijo de una bribona, que continúe el nombre de la casa..., que herede esto cuando yo me muera... y que se llame Pedro Moscoso, como yo?

Era de notar ver a mi amo tan quieto y religioso, y a tan travieso, que el uno exageraba al otro o la virtud o el vicio. No cabía el ama de contento porque éramos los dos al mohíno; habíamonos conjurado contra la despensa. Yo era el despensero Judas, que desde entonces heredé no qué amor a la sisa en este oficio.

No poseo títulos de nobleza, pero tampoco soy de origen oscuro, pues pertenezco a una familia distinguida; hace poco heredé de mi buen tío veinte mil francos de renta y su quinta de Enghien, y estas circunstancias me animan a decirte a ti, que más que amigo eres para un hermano y además estás propicio a darme reparación de las pasadas ofensas: «Amaury, ¿quieres pedir en mi nombre a tu tutor la mano de su hija Magdalena?

¡Demonio de contrariedad! dijo el diplomático, sacando su caja de tabaco y ofreciendo un polvo al ayo, después de tomarlo él . Lo siento... A nuestra edad nos gusta tener quien nos suceda y herede nuestras glorias para desparramar su luz por los venideros siglos. Vea usted la razón por qué me apresuré a reconocer a mi querida hija... ¡Ah!, Sr.

Todo el furor de quantos ya son muertos En este pueblo, en polvo reducido, Todo el huir los pactos y conciertos, Ni el dar á sujecion jamas oido, Sus iras y rencores descubiertos Está en mi pecho todo junto unido; Yo heredé de Numancia todo el brio, Ved si pensar vencerme es desvario.

Después aparece una procesión solemne, á cuyo frente camina el Rey con Roberto, ofreciéndosenos también á la vista la princesa Rosaura. Roberto lee el testamento del Rey difunto, en que se dispone que Enrique se case con Rosaura, y que, si lo rehusa, herede la corona su hermano menor.

Sea por lo que sea: por un capricho, porque Clara es bonita, porque he tropezado con ella casualmente en mi camino, por lo que á V. se le antoje, yo la he rescatado. Todo lo que herede ella por muerte de su marido de V. lo gozará ya, con años de anticipación, el que debiera heredarle, si Clara no viviese. Viva, pues, Clara. Vengo á pedir á V. su vida.