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Los que quieren medrar salen del pueblo; allí no hay más ricos que los que heredan o hacen fortuna lejos de la soñolienta Vetusta. «Entre americanos, pasiegos y mayorazguetes fatuos, burdos y grotescos hubiera podido escoger, seguía pensando Ana. Que lo dijera don Frutos Redondo.... Pero además, ¿para qué engañarse a misma?

Con este caso bien podía darse a entender, sin declararlo con la pluma, que, sin un milagro de Dios, de madre mala no puede nacer hija buena, porque aun sin contar con lo que influye en las inclinaciones de las segundas el mal ejemplo de las primeras, hay quien cree que los vicios se heredan como las escrófulas y la tisis.

El ulterior y bien motivado examen de conciencia que hace D. Antonio recorriendo punto por punto su vida pasada y reconociendo con pena y arrepentimiento cuán inútil y estéril ha sido, le realza y le purifica a nuestros ojos, le pone muy por cima de sus cuatro ochavos, de que antes cándidamente se ufanaba, y le eleva también sobre las personas miserables e interesadas que le rodean: sobre el parásito Pepe Carranza y sobre sus destestables parientes Teodorita y Ricardo, que ansiaban heredarle y que al fin le heredan.

Los hombres que valen no son los que heredan un apellido histórico, sino los que, llevando uno desconocido, logran meterle en la historia. ¿Para qué seguir presentando más casos? La variedad es tan grande que no acabaríamos nunca. Baste decir que cada uno de ellos requiere una negativa especial, ajustada a las circunstancias y al tipo moral y espiritual del pretendiente.

Los sentimientos buenos ó malos se heredan y se trasmiten de padres á hijos. ¡Vivan pues sus ideas idílicas, vivan los sueños del esclavo que solo pide un poco de estopa con que envolver la cadena para que suene menos y no le ulcere la piel! Usted aspira á un pequeño hogar con alguna comodidad; una mujer y un puñado de arroz: ¡ ahí el hombre ideal en Filipinas!

Don Santiago, más compasivo, le respondió, descubriendo en su voz y en sus miradas la honda pesadumbre que le afligía: Yo tampoco soy de los que creen que los vicios se heredan como las enfermedades, ni de los que tienen por justo que paguen los hijos inocentes las faltas cometidas por sus padres; pero se dan casos a menudo en que se teme lo peor, como si fuera lo probable, y la necesidad se impone con su fuerza de consideraciones y respetos humanos, y obliga a proceder ajustándose más a las leyes del mundo que a los mandatos del corazón.

¿Y venís á preguntarme sin duda, á cuál de vuestros parientes?... ¿Qué? Ni por pienso; si me heredan será porque yo no puedo hacer otra cosa. Pues no veo el medio de evitar... ¿Tenéis algún hijo incógnito?...

12 que no os hagáis perezosos, sino imitadores de aquellos que por la fe y la paciencia heredan las promesas. 13 Porque prometiendo Dios a Abraham, no pudiendo jurar por otro mayor, juró por mismo, 14 diciendo: Que te bendeciré bendiciendo, y multiplicando, te multiplicaré. 15 Y así, esperando con largura de ánimo, alcanzó la promesa.