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Quevedo y yo, que éramos muy amigos, nos hemos visto negros para salvar á Margarita de Austria; pero tales eran los polvos, que un pobre paje á quien se le apeteció lo que había quedado sobrante en los platos de la reina y del padre Aliaga, ha muerto en momentos. ¡Horrible! ¡horrible! exclamó el duque.

Quitáos los cascos y bajad las armas para que el brillo del acero á los rayos del sol no llame la atención del enemigo. Aquí hemos de aguardar ocultos hasta la noche.

Hoy se pueden apreciar mejor las aplicaciones de este medicamento, así en estas afecciones, como en otras que están en relacion con sus efectos, tales como: afecciones sifilíticas rebeldes y antiguas, laringitis y anginas herpéticas, disfagia espasmódica, accesos epileptiformes é histéricos; algunas erupciones psóricas y herpéticas pruritosas, ciertas fiebres intermitentes nerviosas é irregulares, neuralgias espasmódicas, diarreas ó disenterías con agravacion por la noche y por la mañana; en ciertos períodos de tifus abdominal en los que ya le han empleado algunos médicos italianos, y en lesiones orgánicas análogas á las que hemos indicado al hablar de la plata metálica, y cuando se la ha usado despues del nitrato.

Las pastoras de quien hemos de ser amantes, como entre peras podremos escoger sus nombres; y, pues el de mi señora cuadra así al de pastora como al de princesa, no hay para qué cansarme en buscar otro que mejor le venga; , Sancho, pondrás a la tuya el que quisieres.

«No creas balbució la prójima entre sollozos . Te veía venir. Hace días que la estás tramando... Bueno, hemos concluido». No, si yo te querré siempre, nena negra. Sólo que no puedo visitarte más. Alguna vez... no digo que no... Pero así, con esta manera de vivir... imposible. Madrid, que parece grande, es muy chico, es una aldea.

Hemos tenido ocasion de copiar en la Biblioteca real de Paris un curioso M. S. aljamiado señalado con el núm. 290, que prescribe cierta oracion de mucha virtud contra el demonio en la hora de la muerte, la manera de leerla y la colocacion que ha de dársele cuando uno muere.

Parecía que toda la sociedad quería huir de aquella jaula en que estaba encerrado su mayor enemigo. Sólo una excepción existía en aquel aislamiento normal. Ya hemos dicho que don Elías fué amigo y servidor de una antigua é ilustre casa. Después de la ruina de los Porreños y Venegas, sólo quedaron tres individuos, tres dueñas venerables que conservaron relaciones amistosas con el realista.

Hemos hallado en su persona los mismos síntomas de abatimiento y he dicho y he escuchado casi las mismas palabras que en la anterior entrevista; así, que casi no puedo decir a usted nada nuevo que se refiera a su estado, pues de sobra lo conoce. »Ni tampoco tengo nuevas noticias que darle en todo lo que a afecta.

Si hemos de verle nosotros, tenemos que dirigirnos al naciente club de La Fontanilla, donde el buen realista conversaba muy calurosamente con el Doctrino y con el otro joven llamado Aldama, de quien ya tenemos noticia. Indiquemos la variación que había ocurrido en aquella casa. El poeta había volado.

Modera, repito, esa picazón, pues no nos valiera, si hiciéramos tal demasía, aunque nos sepultásemos en el nicho último de la honda bóveda de las ánimas. Entretanto resolvamos y fallemos qué hemos de hacer para obligar al que mata, es decir a don Lope, para agradecer a la hermosa, quiero decir, a María, y para multar al honrado usurero.