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Los blandos esbozos de la vida, las gelatinas animadas, aunque sólidas apenas, se han fundido millones de veces antes de que la Naturaleza pudiese fabricar su robusto trilobito, su indestructible helecho. Sobre ellos, y á su costa, comienza á elevarse la inmensa, la maravillosa flora de los mares. Y no me es dado en este punto ocultar la tierna simpatía que por ella siento.

Además un indicio más positivo todavía debiera haberme abierto los ojos aquella misma noche. Entre los bultos del equipaje había un admirable rododendro, arrancado de raíz en torno de las cuales una mano previsora había rodeado puñados de helecho y de plantas alpinas, todavía chorreando el agua de las montañas.

Pero las excursiones que prefería Nieves eran las que hacía a pie con su padre, Leto y don Claudio, muy de mañana o a la caída de la tarde, trepando de breña en breña, de altura en altura, para admirar nuevos panoramas o descubrir más vastos horizontes; o descendiendo a las hondas y sombrías cañadas para acopiar el musgo aterciopelado y el finísimo helecho que andaban allí tirados por los suelos, y no había modo de que los produjera el de su tierra natal, con ser la «de María Santísima». Mucho le gustaban también estas expediciones a don Alejandro, pero no podía siempre con ellas; y en tales casos iba sola Nieves con sus amigos, que no se cansaban nunca y eran bien de fiar.

Yo les pego a todos contestaba Martín, como si esto fuera una razón. ...En la primavera, el camino próximo al río era una delicia. Las hojas nuevas de las hayas comenzaban a verdear, el helecho lanzaba al aire sus enroscados tallos, los manzanos y los perales de las huertas ostentaban sus copas nevadas por la flor y se oían los cantos de las malvices y de los ruiseñores en las enramadas.

El descenso no es siempre fácil, desgraciadamente; se da vueltas con la cuerda alrededor de mismo, se enreda en las matas de helecho, que el peso del cuerpo rompen, se choca varias veces contra la roca llena de asperezas, y con la ropa se enjuga el agua fría que las paredes rezuman.

Contenida el agua por un obstáculo cualquiera, la corriente se desprende de las partículas de piedra de que estaba saturada. Al lado de la balsita crece un helecho que balancea sus verdes hojas agitadas por el aire húmedo, mientras que sus raíces, sumergidas en el agua, están recubiertas de una capa de piedra.

Eso de estar diciendo a cada instante: «¡ah!, ¡oh!... ¡qué bonito!... ¡Mire usted, papá!», señalando a un helecho, a un roble, a una piedra, a un espino, a un chorro de agua, no es cosa de muy buen gusto.... Creerán que te has criado en algún desierto.... Con que anda a mi lado.... La Nela nos dirá por dónde volveremos a casa, porque a la verdad, yo no dónde estamos.

Era un día de otoño muy melancólico; el cielo estaba obscuro; lloviznaba; los cuervos pasaban graznando por el aire. Los árboles se despojaban de sus hojas rojizas y amarillas, cubriendo el campo con ellas; las ráfagas de viento las llevaban de acá para allá por el camino; había un olor otoñal de hierba marchita, de helecho mojado y de hojas húmedas.

Unas son de grano igual en toda su masa; otras están compuestas de partes diversas y contrastan por la forma, el color y el brillo; las hay con manchas, con rayas y con pintas; las hay translúcidas, transparentes y opacas. Unas están erizadas de cristalizaciones regulares; otras adornadas con arborizaciones semejantes á grupos de tamarindos ú hojas de helecho.

La mala ventura de Toribión quiso que al hacer la tercera vuelta se le enredasen los pies entre un helecho y cayese de bruces. Alzóse rápidamente, pero antes que pudiera emprender de nuevo la carrera un garrotazo de Nolo le hizo dar con su pesado cuerpo en el suelo.