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Desecharé la modestia y convendré con usted en que el tiempo no ha hecho estragos en mi ser corporal. Está usted más hermosa, más interesante, más lozana que nunca, interrumpió el Vizconde.

Esto, pues, señores, es ser caballero andante, y la que he dicho es la orden de su caballería; en la cual, como otra vez he dicho, yo, aunque pecador, he hecho profesión, y lo mesmo que profesaron los caballeros referidos profeso yo.

Quieren llevarme á la cárcel dijo con voz doliente . Yo, que nunca he hecho mal á los demás, no comprendo por qué se encarnizan de tal modo conmigo. En vano intentó Robledo consolarle. ¡Qué vergüenza!-siguió diciendo . Jamás he temido á nadie, y sin embargo, no puedo sostener la mirada de los que me rodean.

En resumen, nuestro abolengo mental, destacándose paulatinamente de las mescolanzas de cultos, mitologías y teogonías del remoto pasado, vino a quedar del tenor siguiente: Dios había hecho a los hombres para el cielo, pero de modo a que se perdiesen en la tierra, y el diablo, agarrando la ocasión por los cuernos, se los había ganado para el infierno.

"Y era que tenía muy alta idea de sus propias dotes personales para dudar de que una muchacha sencilla, educada por un fanático, y sin conocer otras pasiones que las vulgares inclinaciones de aldea, pudiera resistir á ellas. Creyó asimismo que el hecho de poner en libertad al que podía considerar como rival, influiría mucho en el ánimo de la huérfana.

¡Cómo! ¿No traes faja? exclamó quedando inmóvil, petrificado. No, señor; no me ha hecho falta. Mañana te pondrás una mía de franela. A me da cinco vueltas. A ti supongo que te dará alguna más. ¡Me dará quince! pensó con desesperación Andrés, que sudaba ya copiosamente dentro de la zamarra.

Estos han sido los motivos que me han hecho suspender por tanto tiempo la publicacion de la narracion histórica de mi viage, relativa á las montañas bolivianas. Pero, á pesar de todos estos atrasos, mi obra está ya para terminarse.

Mire usted los míos, don Claudio, que aún chisporrotean desde que el relato hecho por Nieves. ¡Y si viera usted cómo está la sangre de mis venas, y lo que pasa en el fondo de mi corazón, y las ideas que hierven en mi cerebro!... Por visto, don Alejandro, por visto.

De pronto, la mujer abrió los ojos temerosamente, y sus grandes pupilas se dirigieron hacia el mismo sitio del muro en que se hallaba Ramiro. El, sin embargo, no había hecho el menor movimiento.

Creerán que escapamos de los Viveros por estar solos y libres de convidados. Al pasar frente a San Antonio, Ernestina, reclinada en un hombro de su esposo, se incorporó. Mira: ese es quien ha hecho el milagro de unirnos. De soltera le rezaba pidiéndole un buen marido, y por segunda vez me protege, dándome mi Luis. No, vida mía: el milagro lo has hecho con tu belleza.