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En el prólogo dice el poeta, que sólo le han movido á dar sus comedias á la estampa las defectuosas ediciones, que se han hecho de ellas, aunque no se hayan escrito con el propósito de someterlas á la crítica del público, aficionado á la lectura. Cuando Felipe IV ascendió al trono español en 1621, disfrutaba Lope de la más ilimitada autoridad entre el público y los actores.

De todos modos, aunque tu gloria hubiese sido soñada, has sabido mostrarte capaz de esa gloria, y aunque hayan sido soñados tus delitos, también eres responsable de ellos, aunque no en tanto grado. En sueños tiene la voluntad menos brío para resistir a la tentación que la provoca.

En aquel momento apareció don Juan, y dió diez doblones al señor Melchor. ¿Y qué es esto?-dijo todo turbado el pobre diablo, que en su vida había visto tanto oro junto, por más que fuese poco. Eso es vuestro trabajo. ¡Mi trabajo, señor! Debo agradeceros el que no me hayan engañado. Muchas gracias, señor. Y como ya no os necesito, podéis iros. Que Dios os guarde, señor.

El postrer duelo de España . Extraño es, sin duda, que los traductores alemanes de Calderón no hayan apreciado, como merece, esta obra dramática. En todos conceptos puede calificarse de una de sus comedias más magistrales, juntando el arte más refinado en su plan con la animación teatral más perfecta; su estilo es también casi siempre de primer orden.

De decir que pocas obras he leído en que el interés profundo, la verdad de los caracteres y la viveza del lenguaje me hayan hecho olvidar tanto como en esta las dimensiones, terminando la lectura con el desconsuelo de no tener por delante otra derivación de los mismos sucesos y nueva salida o reencarnación de los propios personajes.

¡Lo que me ha perjudicado la guerra! dijo con languidez . Este invierno iban á estrenar en París un baile mío. Todos protestaron de su tristeza: su obra sería impuesta después del triunfo, y los franceses tendrían que aplaudirla. No es lo mismo continuó el conde . Confieso que amo á París... ¡Lástima que esas gentes no hayan querido nunca entenderse con nosotros!...

Señora, yo he asistido a todos los teatros de Europa, pero jamás han llegado a mis oídos acentos que más hayan excitado mi admiración.

Bien hayan los berros, que nacen unos entrepernados con otros, como vecindades de la Corte, perdone la malicia la comparación.

Pero me queda el placer de que hombres como usted me hayan amado. No decirle adiós. Sírvame como si nunca más debiera volverme a ver». Y esos cubanos respondieron mandándole lo que él les pedía. ¡Y cómo no! ¿Se podía negar, se podía decir que no, a quien pedía de ese modo, resplandeciente de limpieza y de angustia?

Todavía no es posible la suposición de que sean tan necios los mercaderes y contrabandistas cubanos que hayan tenido el capricho irracional de dar á los empleados los doscientos millones, en vez de darlos al Tesoro.