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Hasta la puerta del salón no volvió a oírse la voz del Cura: allí resonó otra vez, declamando, reposada y patética, este versículo del Miserere: Ecce enim in inquitatibus conceptus sum: et in pecatis concepit me mater mea.

Ya ves, pues, que hasta tenemos ópera en «Los Carpinchos». Y es un canto apasionado, ¡oh! apasionadísimo... Algunas veces se le mete en la cabeza a Ricardo que yo estoy triste. «Te aburres, Rosalía; lo veo, lo noto: sufres la nostalgia de Buenos Aires. ¿Quieres que nos vayamos por unos días?» «No me aburro le digo; no hay tal nostalgia; me hallo muy contenta.

El doctor Montifiori fue el primero en advertir que mi tío era un partido; pero ¿cómo, por qué medio iniciar la campaña diplomática para conseguir sus fines? El insigne gomoso pensó, caviló mucho, hasta que un día se dio un golpe en la frente con la mano, como el hombre que ha encontrado la solución de un problema.

A España vinieron sucesivamente atlantes, iberos primitivos, proto-escitas, fenicios, celtas, griegos, cartagineses, romanos, godos, alanos, suevos, vándalos, judíos, árabes, sirios, persas, eslavos, berberiscos, normandos y hasta negros de más allá del Sahara. Sobre poco más ó menos, en los demás países ha sucedido lo mismo.

Mientras Garabato le ofrecía un vaso de agua, el matador miró a los palcos, encontrándose con los ojos de doña Sol, que le habían seguido hasta su retiro. ¡Qué pensaría de él aquella mujer! ¡Cómo reiría en compañía de su amigo, viéndole insultado por el público!... ¡Qué maldita idea la de aquella señora de venir a la corrida!...

; me dijo que tenía que ir hasta la granja y que no podía esperar más. Ya anoche, cuando el señor doctor estaba en El Águila Negra, vino y se quedó esperando casi dos horas. ¿Y por qué no me mandó usted llamar? gritó el doctor con el tono gruñón de un anciano bonachón pero bilioso.

La marquesa, conmovida hasta lo sumo, pareció tener entonces una inspiración repentina: desprendió sus manos de las de Diógenes, que se las sujetaba fuertemente, y dijo: Espera un poco... Voy a traértela...

Los cuerpos reales se mantuvieron en la capilla hasta el 8 de agosto de 1736 en que fueron trasladados á la colegial entre dos y tres de la mañana. Los infantes D. Luis y D.ª María Teresa, que iban á Sevilla, fueron á su paso por Córdoba agasajados con festivas demostraciones. El dia 5 de mayo el obispo y el cabildo los recibieron por la tarde en la puerta de Sta.

Clementina se reía de estos desahogos. Alguna vez llegó su insolencia hasta cambiar la sentencia de la profesora por otra de su invención.

No respondo de nada; pero presiento una ley fisiológica, hasta aquí desconocida, y que me consideraré muy feliz si puedo formularla.