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A las dulces armonías de bien acordados instrumentos que resonaban dentro del harem y en los apartamientos de las esposas, han sucedido desgarradores ayes y lamentos; los eunucos y los esclavos mesan sus cabellos á las puertas de la augusta morada; los médicos hebreos mas afamados han agotado los recursos de la ciencia esterilmente, y entregan cabizbajos el ilustre moribundo á los últimos y piadosos obsequios de la sultana favorita, la hermosa Holal, madre de Hixem, la de los ojos negros.

El sol abrasador de Tunez marchitaba tu juventud en los aduares: caiste en poder de los enemigos de tu tribu, fuiste vendida como esclava, y ahora disfrutas las delicias del harem y el cariño de tu dueño. ¡Ay mi sol de Africa! ¡Ay mi libertad! ¿Te imaginas por ventura que una esclava no es una muger?

Verdaderamente es una alegre ciudad, sobre todo en las hermosas tardes en que el sol se pone detrás de las arenas del desierto y cuando dora con sus rayos el harem de Mehemet, las fortificaciones del viejo puerto, el palacio del faraón y la columna de Pompeya.

Aunque maltratada por tan deshecha tormenta, debió quedar en pié al abrigo de la Sierra la preciosa flor plantada por An-nasír para otra flor la mas querida de su harem. Un rey cristiano prendado de ella, confiado en el prestigio de sus victorias y en el abatimiento del Islam, la pidió para su esposa á su nuevo dueño el régulo de Sevilla.

El año 1564 andaba en Constantinopla una galera llevando materiales para la fábrica del palacio del harem: movían los remos 200 esclavos cristianos, entre ellos 16 Capitanes del Rey Católico, prisioneros de los Gelves, á saber: ocho españoles, cinco italianos y tres alemanes; y buscando oportunidad, armados de piedras, mataron á los turcos de guardia y se alzaron con el bajel, llegando con felicidad á Sicilia.

Después marcharon ambos en triunfo a una de las alcobas del harem, o lo que es igual, dieron dos vueltas por el salón y se fueron a sentar en el sofá, donde antes se hallaban.

Comida compuesta de tres sopas, de tres platos de carne, de tres legumbres y de tres postres, á franco y medio por persona. Muñecas que hablan. Aleluyas. Almuerzo. Estéban Lesperut. Comida. Soberbia de mi mujer. Café cantante titulado la Francia Musical. Teatro de la Gran Opera. Opera francesa. Zarzuela española. Harem europeo.

Ahí, en ese teatro, en ese harem de Europa, se revuelven trescientas ó cuatrocientas bailarinas, redoma donde queda encantada una gran parte de la aristocracia de Paris. ¿Comprendeis de este modo que el director de ese teatro sea uno de los primeros personajes de esta ciudad casi fabulosa? No puedo decir más. Llegamos al hotel á la una, y así terminó el dia décimo cuarto. =Dia décimo quinto=.

Veíanse obligadas á una vida de harem; siempre mujeres con mujeres, viendo sólo al hombre en el preciso momento del deseo; y el hábil jesuíta se presentaba como un remedio á su tristeza, entretenía su fastidio con una devoción dulzona y afeminada, era el eunuco guardián, el verdadero amo, dirigiendo á su antojo al tropel de odaliscas cristianas.

La misma tribuna en que se leyó al pueblo de Córdoba la carta del hijo de Almanzor refiriendo la gran batalla y victoria de Wadamena, estaba decorada al estilo berberisco; la misma cámara ó estancia en que se dieron aquellas cuantiosas limosnas en accion de gracias al Todopoderoso que se habia dignado humillar y confundir al Africa rebelde, parecia en su ornato un lujoso aposento del harem de un Edrisita.