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De aquí nace la suspensión y elevamiento, amigo, en que me hallastes; bastante causa para ponerme en ella la que de habéis oído.

Llegó, en fin, ya vuelto en su acuerdo, y al llegar, se dejó caer del rucio a los pies de Rocinante, todo ansioso, todo molido y todo apaleado. Apeóse don Quijote para catarle las feridas; pero, como le hallase sano de los pies a la cabeza, con asaz cólera le dijo: ¡Tan en hora mala supistes vos rebuznar, Sancho! Y ¿dónde hallastes vos ser bueno el nombrar la soga en casa del ahorcado?

No por cierto, señores, no ha nacido Nuestra desenvoltura de ocasiones Lascivas segun dan las muestras dello, Sino que á Silvia le rogaba ahora Me hiciese una merced, que ha muchos dias Que se la pido, y no por mi interese, Y ella tambien á me havia persuadido Que un servicio le hiciese, que conviene Para servir mejor la casa vuestra, Y por havernos concedido entrambos Aquello que pedia el uno al otro, En señal de contento nos hallastes De aquel modo que vistes, abrazados, Sin manchar los honestos pensamientos.

Y en verdad os digo, señores -prosiguió el cabrero-, que ayer determinamos yo y cuatro zagales, los dos criados y los dos amigos míos, de buscarle hasta tanto que le hallemos, y, después de hallado, ya por fuerza ya por grado, le hemos de llevar a la villa de Almodóvar, que está de aquí ocho leguas, y allí le curaremos, si es que su mal tiene cura, o sabremos quién es cuando esté en sus seso, y si tiene parientes a quien dar noticia de su desgracia». Esto es, señores, lo que sabré deciros de lo que me habéis preguntado; y entended que el dueño de las prendas que hallastes es el mesmo que vistes pasar con tanta ligereza como desnudez -que ya le había dicho don Quijote cómo había visto pasar aquel hombre saltando por la sierra.

-Lo que sabré yo decir -dijo el cabrero- es que «habrá al pie de seis meses, poco más a menos, que llegó a una majada de pastores, que estará como tres leguas deste lugar, un mancebo de gentil talle y apostura, caballero sobre esa mesma mula que ahí está muerta, y con el mesmo cojín y maleta que decís que hallastes y no tocastes.

Desengañada, al claustro te vinistes y aquí el reposo con placer hallastes; hay siempre quien te aplauda con anhelo; antes era la tierra, ahora es el cielo. Canta Rosa, su voz tiene pendiente un cúmulo de humanas atracciones zozobrando en el rápido torrente de aplauso general y aclamaciones.