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No crea que conseguí fácilmente el puesto: hasta necesité influencias. Al principio hacíame gracia el odio de la gente: me sentía orgulloso con inspirar terror y repugnancia. Presté mis servicios en muchas Audiencias, rodamos por media España, y los chicos cada vez más hermosos; hasta que por fin caímos en Barcelona. ¡Qué gran época! La mejor de mi vida: en cinco o seis años no hubo trabajo.

Había en aquella figura un nosequé de estrafalario y misterioso que chocaba y repelía. Mas el pensamiento de que era la madre de Gloria hacíame mirarla con vivo interés, y hasta cariño. Tengo el honor de presentar a usted al señor Sanjurjo, oficial de los ejércitos de S. M. don Carlos, que ha hecho la campaña del Norte.

Hacíame mil preguntas acerca de la tertulia de Anguita, me obligaba a describirle minuciosamente todas las jóvenes que allí asistían, y luego, repentinamente, mirándome con fijeza a los ojos, me preguntaba: Vamos a ver: ¿y cuál es de todas la que más te gusta? Ninguna. Todas me gustan por igual. ¿Por qué sueltas esas simplezas? ¿Crees que me voy a enojar porque te guste una más que otra?

Ti-Chin-Fú y su cometa continuaban invisibles, remontados ciertamente al Cielo Chino de los abuelos, y ya el aplazamiento del remordimiento visible hacíame olvidar el deseo de la expiación. Sin duda el viejo letrado estaba fatigado de dejar sus regiones inefables para venir a reclinarse en mis muebles.

Muy atento a los ladridos y a los disparos, hacíame señas cuando se aproximaban y nos íbamos un poco más lejos, fuera de la pista de los perros, y muy ocultos entre el follaje. Sin embargo, una vez mi sobresalto fue tremendo, porque nos consideramos ya perdidos. La calle de árboles que teníamos que cruzar estaba guardada a cada extremo por un cazador que atisbaba.

Recobréme con esto, y los pies cansados de llevar el vientre, aunque vacío y de poco peso, ya, siendo lleno y cargado, llevaba a los pies; y así, proseguí mi camino. Entré a servir al embajador de Francia. Mucho se deseaba servir de . En resolución, allá me fuí; hacíame buen tratamiento.

Sabes que no soy inclinado a hacerme valer. Si tengo cierta estima por mi inteligencia, prescindo por completo de mis prendas físicas, y la atención de que era objeto por parte de aquella radiante belleza hacíame dudar si estaba despierto o sumido en las perfidias de un sueño. Como convenía, me mostré conmovido por su benevolencia y hablamos largamente.