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En efecto, a los pocos pasos que dio por el espacioso corredor donde se amontonaban los socios en espera del aviso de la conferencia vio a su amigo en el centro de un grupo de artistas, sorprendiéndoles y haciéndoles reír como siempre con sus paradojas.

Sabiendo tan triste maldad, quedamos asombrados, y nuestro capitan encomendó á Antonio de Mendoza el fuerte de Corpus Christi, dejándole 120 hombres y bastimento, con órden de guardarse de los indios, estando siempre sobre aviso con buenas centinelas: y que si los indios viniesen de paz, los tratase con mucho amor, haciéndoles cuantos agasajos fuese posible, y evitando todos los daños que intentasen hacerles, y á los cristianos, y mirando por con la mayor diligencia.

Estos dos eran buenos peines; habían corrido mucho mundo, y estaban sin licencias, ladrando de hambre, echados de todas las iglesias y sin encontrar amparo en parte alguna. Tal situación les agriaba el carácter, haciéndoles parecer peores de lo que eran.

Ademas, haciéndoles familiares ciertas necesidades que aun no conocen, se despertaria entre estos indígenas el deseo de adquirir los medios para la satisfaccion de aquellas, empeñándolos por este medio á no desechar esos productos inmensos y de tanta valía, que todos los años sirven solo para el regalo de los animales de las selvas.

Alborotáronse todos con la novedad, y resolvieron ir á avisar á los milicianos la desgracia que los amenazaba: determinacion, á la verdad, impropia de aquellos sugetos, y que tiene muchos visos de sediciosa; porque sin reflexionar en consecuencias pasaron al cuartel, llamaron al capitan D. Bartolomè Menacho y á otros, y les dieron noticia de lo que sabian, haciéndoles la prevencion de que se guardasen.

Los sacaban a trotar por los desmontes inmediatos a la plaza, haciéndoles adquirir una energía ficticia bajo el hierro de sus talones, obligándolos a dar vueltas para que se habituasen a la carrera en el redondel. Volvían a la plaza con los costados tintos en sangre, y antes de entrar en las caballerizas recibían el bautismo de unos cuantos cubos de agua.

El hijo del brigadier, al principio no encontró de su gusto este cambio; prefería la celda formada con biombos en el salón, donde a hurtadillas del inspector, recorría las camas tirando de los pies a los compañeros o «haciéndoles carteras con las sábanasDespués se halló mucho mejor, cuando el capellán comenzó a tratarle con cierta familiaridad de amigo más que de profesor.

Don Cleofás dijo que se llamaba el Engañado, y el Cojuelo, el Engañador, sin entenderse el fundamento que tenían los dos nombres; y repartiendo los asuntos para la academia venidera, nombraron por presidente della al Engañado y por fiscal al Engañador, porque el oficio de secretario no se mudaba, haciéndoles esta lisonja por forasteros, y porque les pareció a todos que eran ingenios singulares.

Calla y no me repliques, sino ensilla, si está desensillado Rocinante: vamos a poner en efecto mi ofrecimiento, que, con la razón que va de mi parte, puedes dar por vencidos a todos cuantos quisieren contradecirla. Y, con gran furia y muestras de enojo, se levantó de la silla, dejando admirados a los circunstantes, haciéndoles dudar si le podían tener por loco o por cuerdo.

Existe una tribu de pieles rojas en la que las madres intentan hacer hijos para consejeros y para la guerra haciéndoles inclinar la cabeza hacia adelante ó hacia atrás por medio de sólidos instrumentos de madera y vendajes apropiados; lo mismo que esta tribu existen pedagogos que se consagran á la obra funesta de fabricar cabezas de funcionario y otros cargos, lo cual consiguen, desgraciadamente, con harta frecuencia.