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Sin temor de equivocación se habría podido asegurar que Gracián pasó la noche en austeridades atroces sólo de él acometidas. La inescobata cellula, había perdido cantidad no pequeña del humus manresianus que cubría su suelo; pero Gracián tuvo el gusto de recibir la nueva y abundante remesa de aquel polvo al día siguiente de hacer al Sr. Tablas la recomendación que nuestros lectores conocen. Ocupábase aquella mañana, después de la clase de

Después, de acuerdo con el mandarín Gobernador, haríamos una cuantiosa distribución de arroz al pueblo, y por la noche habría danzas e iluminaciones, como en una solemnidad pública. ¿Qué te parece, Sa-Tó? En los labios de vuestra merced habita la sabiduría de Confucio... ¡Va a ser un hermoso espectáculo!

Habría tenido sus pasiones como todos; en ciertos momentos se escapaba a través de su exterior inmutable y tranquilo un arranque de vehemencia. Sus ardores de poeta perdido en la política delatábanse algunas veces, como esos volcanes ocultos bajo una sima de nieve se revelan con lejano trueno.

Usted lo habrá querido, lo quiere: cada día, cada hora, cada minuto que pasa lo prepara, lo apresura, inevitablemente...» Entonces ella exclamó: «¡Ah, morir! ¡Yo debo, quiero morir!...» El desdén, el desprecio invadieron mi corazón ¿quién dice esas cosas cuando en realidad las siente? Si hubiera sido cierto que quería morir, se habría muerto ya.

Al mismo tiempo, un extraño temor comenzaba a agitarle. ¿Qué era aquello del jugo de hierbas hechiceriles que le habían hecho beber sin que él lo advirtiera? ¿No habría mediado, en verdad, como el clérigo decía, algún filtro, algún bebedizo diabólico?

María Teresa pensaba tristemente: ¿Será solamente por estos dones exteriores por los que me ama? Y se preguntaba algo ansiosa: ¿Sentiría el mismo placer en estar conmigo si yo no estuviera tan bien vestida? No experimentaba gran satisfacción en ser rica, elegante, admirada. En el fondo de su corazón, habría preferido que Huberto le demostrase su cariño de otra manera.

Cogió la anciana a ésta por un brazo, y volviéndose hacia el parlamentario, le dijo: Tenemos una niña con nosotros; ¿no habría un medio de enviarla a casa de alguno de nuestros parientes de Saverne? Apenas Luisa oyó tales palabras se precipitó en brazos de Hullin, poseída de un gran terror, exclamando: No, no. Quiero permanecer con vosotros, papá Juan Claudio; quiero morir con vosotros.

Habría esperado á Valeria, que regresaba de su almuerzo. Debían estar los dos desde mucho tiempo antes en la penumbra de este rincón, insensibles á lo que les rodeaba, sordos á los comentarios de la gente. El, vuelto de espaldas al príncipe, no pudo verle.

No; pero temería verle desmentir las ideas y los sentimientos que expresa, y entonces se disiparía el encanto, porque al leer lo que me habría arrebatado, no podría apartar de la idea de que el hombre lo había escrito con la cabeza y no con el corazón. ¡Cómo escriben esos franceses! decía entre tanto Eloísa, resumiendo el mencionado certamen literario.

»Si hubiera escuchado la voz de mi corazón, le habría saltado al cuello con lágrimas de gozo, pero me fue necesario conservar toda mi sangre fría, por mi marido y por mi hijo, que no son uno y otro más que dos niños, y me vi obligada a decirle que ese casamiento no podía hacerse.