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El que fuera digno de gozar el singular privilegio de ser mirado por ella, habría advertido en sus ojos la inalterable fijeza, la expresión glacial, que son el primer distintivo de los ojos de un santo de palo. Pero había momentos, y de esto sólo el autor de este libro puede ser testigo; había momentos, decimos, en que las pupilas de la santa irradiaban una luz y un calor extraordinarios.

Y este es el momento de advertir a usted que bien habría podido ser un poco más hábil. ¿Cómo ha podido usted esperar nunca que yo creyera en esa fábula de la última explicación entre los tres? ¿Y era tampoco creíble que el Príncipe, que había vuelto al lado de la Condesa, según usted quería darme a entender, para separarse de ella definitivamente, tardara tanto en hacerle esa declaración?

Supongo que habría venido, en vez de ir a las carreras de Ascot; Bertrán lo encontró allí... Huberto manejaba un mail lleno de señoras muy chic, y en el que todo el mundo, incluso él, parecía divertirse extraordinariamente; Bertrán pudo reconocer a miss Maud Watkinson, ¿sabes? esa americana tan rica de quien se ha hablado tanto este invierno y que anda por todas partes con la Condesa de Husson.

Su anhelo era marchar delante. Habría deseado tener una campanilla para ir tocando por aquellos corredores a fin de que supieran todos qué gran visita venía a la casa. «Niña, no es preciso que nos acompañes dijo Guillermina que no gustaba de que nadie se sofocase tanto por ella . Nos basta con saber que están en casa». Pero la zancuda no hacía caso.

Pero al través de la admiración que sentía, de ese éxtasis consolador, y de su fe tan reconfortante, un sentimiento de secreta angustia le oprimía el corazón al pensar que jamás palabra alguna habría podido expresar a aquella de las dos criaturas que vivía aún, el ímpetu de devoción hacia su persona, la necesidad de inclinarse ante ella que lo dominaban.

O no, estúpido, porque nunca has servido para nada y quizá la hubieras perdido, por inepto, esa fortuna tan mentada y otro que yo la habría aprovechado; mejor es que quedara en la familia, como quedó. Mírame, muérdeme... no estoy tan caído como crees... y si no, ¡ya lo verás! ¡qué ojos de hombre y qué cargante se pone! El negro salió, cerrando la puerta. Esteven respiró.

Luz habría de sentarles a su mesa en el banquete de la vida y darles la parte de amor que les correspondiese, o resignarse a perecer. No se repliega el viento a los senos misteriosos donde nace, ni el agua retrocede a las fuentes en que brota; pero el espíritu está sujeto al atavismo como el cuerpo a la herencia. Juan era hijo del camino.

Estando los dos en estas pláticas, vieron que venía a pasar por donde estaban uno con dos mulas, que, por el ruido que hacía el arado, que arrastraba por el suelo, juzgaron que debía de ser labrador, que habría madrugado antes del día a ir a su labranza; y así fue la verdad. Venía el labrador cantando aquel romance que dicen: Mala la hubistes, franceses, en esa de Roncesvalles.

El profeta Mahoma debió nacer dos mil años antes; si hubiera nacido en edades de más cándida fe, no habría tenido que ir á la montaña, y ésta se habría dirigido hacia él. Además de esta explicación del nacimiento de las montañas por la voluntad de los dioses, la mitología de numerosos pueblos, da otra menos grosera.

Esto se llama hablar. ¡Pues bien! notad primero, que en todo eso no habría nada deshonroso... Pero si no es cierto, ¿no tengo derecho para desmentirlo? Y os aseguro que no es cierto.