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Y acercándose a la ventana sujetó a la Regenta por los hombros, le habló al oído, le llenó de besos estrepitosos la cara y corrió a su cuarto, haciendo antes una mueca de conmiseración burlesca a Joaquinito Orgaz que, cabizbajo y tristón, rondaba por los pasillos. Vamos, vamos, ya ves que todos se retiran. Víctor, a la cama.

Había llegado Obdulia a los veintiocho años sin que hubiera tenido más que unos amores, cuando contaba diez y siete. Fue novia de un mancebo de Lancia que pasaba en Peñascosa largas temporadas en casa de unos amigos. Llegaron estos amores a formalizarse. Se habló de boda, se hizo ropa la novia, se fijó la época.

10 Y habló el SE

7 Por tanto, como en todo abundáis, en fe, y en Palabra, y en ciencia, y en toda solicitud, y en vuestra caridad con nosotros, que también abundéis en esta gracia. 8 No hablo como quien manda, sino por experimentar la liberalidad de vuestra caridad por la solicitud de los otros.

55 Como habló a nuestros padres, a Abraham y a su simiente para siempre. 56 Y se quedó María con ella como tres meses; después se volvió a su casa. 57 Y a Elisabet se le cumplió el tiempo de su alumbramiento, y dio a luz un hijo. 58 Y oyeron los vecinos y los parientes que Dios había hecho con ella grande misericordia, y se alegraron con ella.

Habló mucho de matrices y de placentas, pero mucho más de la misteriosa marcha de la Naturaleza a través, y permítaseme el galicismo dijo Aguado, que era purista en lo que se le alcanzaba , a través de los fenómenos fisiológicos de todos órdenes.

Los seis querían ir a Buenos Aires; y como bestias humildes, resignadas de antemano a los golpes que creían merecer, bajaban la cabeza contentos con su desgracia si lograban alcanzar el término del viaje. Don Carmelo habló en voz baja con el primer oficial.

Por supuesto, no dejaba aquel acento displicente y aquellos modales bruscos y frases cínicas que le caracterizaban. En los breves momentos que departía con él no me habló palabra de Gloria, ni de don Oscar, ni mentó para nada aquella casa. Se contentaba con despellejar a los dueños de la en que estábamos o a cualquiera otra persona que tuviéramos delante. De tan antipático, aquel hombre daba frío.

Con frecuencia, sobre todo después de su llegada a Madrid, había oído hablar del favorito, de su crédito y de sus aventuras; pero nunca le había visto, y habló ingenuamente a la Reina, cuando le contestó que no le conocía.

Por casualidad tropezó con la cocina al cabo de un buen rato, y allí encontró a sus amigos calentándose a la lumbre y almorzando sopas en leche, acompañados de don Recaredo, cuyo sitial de preferencia tuvo que aceptar. Nada se habló tampoco en aquella ocasión de lo que más interesaba al candidato, por mucho que éste y sus acompañantes buscaron la lengua al hidalgo.