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Una mirada de mi amigo me hizo comprender repentinamente que no debía verme ni hablar otra vez con Flavia y caí de rodillas tras unos arbustos.

Cuando se acabó la comida y se marchó Pecado para jugar un poco antes de volver al trabajo, Isidora, sin dejar su asiento y mirando a su tía, que a toda prisa levantaba manteles, le dijo: «Tía Encarnación, tengo que hablar con usted una cosa. Aunque sean cuatro».

Pero antes de que Carmen pudiese hablar, intervenía el talabartero. Déjalos, mujer. ¡Quieren tanto a sus tíos! La pequeña no puede vivir sin su tiíta Carmen... Y los dos sobrinos permanecían allí como en su propia casa, adivinando en su malicia infantil lo que de ellos esperaban sus padres, extremando las caricias y mimos con aquellos parientes ricos, de los que oían hablar a todos con respeto.

Un sábado por la noche salió de casa, bajó rápidamente el camino de Entralgo, subió á Canzana y después de rodear algunas veces la casa del tío Goro y cerciorarse de que aún estaban levantados, llamó quedo á la ventana de la cocina y comenzó á hablar disfrazando la voz, como hacen allí los mozos cuando salen de noche á galantear. El tío Goro se había retirado á descansar.

Los años han engordado al inspector provincial y han quitado expresión a su fisonomía; la somnolencia de la vida de provincia ha apagado la viva luz de sus ojos; la costumbre de tener que hablar y obrar siempre con cierta parsimonia ha quitado a su rostro toda expresión. Rueda ya el coche carretera adelante y habla Voinchet de nuevo.

Los dos permanecieron un rato silenciosos, hasta que por fin rompió ella a hablar diciendo: ¡Qué noche más hermosa! ¿Te parece a ti que en Niza, cuyo clima tanto pondera todo el mundo, puede haberlas como ésta? Podría creerse que antes de separarnos Dios ha querido ofrecernos esta compensación para que en nuestro pecho guardemos un recuerdo tan sublime.

Nancy tenía los ojos llenos de lágrimas, pero su simpatía por Eppie se mezclaba naturalmente con la angustia que le causaba la situación de su marido. No se atrevió a hablar, preguntándose qué pasaría en el espíritu de Godfrey. Este sentía esa especie de irritación que se manifiesta inevitablemente en casi todos nosotros cuando encontramos un obstáculo imprevisto.

Para hablar contra el tigre del Maestrazgo, poner a don Luis Fernández de Córdova por cima de Zumalacárregui y por las nubes a Espartero, se le animaban los ojos, su lengua cobraba fuerza, sus palabras color, y hacía prodigios con la memoria.

En esto último admito la posibilidad de un adelanto, aunque me parece difícil: en lo primero . En una palabra: el progreso puede estar en expresar mejor, en expresar mas. Con la palabra ciento, ó su cifra 100, yo muy bien que tengo la repeticion de uno, uno, uno, hasta ciento. Si este auxilio me faltase, me seria imposible hablar del ciento, ni calcular sobre él, ni aun formarle.

Pidieron pan, carne y vino, y se pusieron á comer y á beber vorazmente, sin dejar por ello de hablar. Según lo que yo he entendido dijo el bufón , vos tenéis la culpa de todo, señor Francisco Montiño. ¿De qué tengo yo la culpa? De lo que á entrambos nos está sucediendo. A me suceden muchas cosas malas. A no me suceden menos cosas peores que las vuestras. ¡Peores! yo no tengo mujer.