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Y Quevedo tiró hacia las escaleras, desde en medio del portal donde había estado hablando con Juan Montiño.

Nadie hubiera podido declarar con fundamento que la partida de Juan Maury había modificado el ser de Rafaela. Su amistad hacia el Vizconde siguió tan fina y tan estrecha como en el coloquio, pero sin que el coloquio se repitiese. Ella seguía hablando con el Vizconde, si bien delante de todos y sin dar que sospechar. Su conversación amistosa la consolaba y la deleitaba.

Expulsados ya los judíos y los moriscos, no me parece bien ni fácil que saliésemos hablando en árabe o en hebreo, lo cual tendría además el inconveniente de no ser nuestra lengua propia y privativa. Todo, sin embargo, tiene remedio.

Y eštando el aun hablando

Son Momaren y Golbasto los que desean su exterminio, y ya que no han podido lograr que el gobierno favoreciese sus deseos, se valen de esta chusma que rodea á usted. Siguió hablando Ra-Ra, y algunas de sus revelaciones vinieron á corroborar las que le había hecho el profesor. Al principio, estos dos personajes proyectaron matarle á usted por medio de una inyección venenosa.

Antes jugaba mucho al tresillo; ahora se le halla casi toda la noche y parte de la tarde fumando y tomando café en una mesa, cerca de la de billar, viendo cómo juegan el hijo del boticario y el Ayudante de Marina, hablando con ellos a su modo a ratos, y a ratos con dos abogados y un médico, jóvenes, de lo más culto y tratable que hay aquí, y conmigo, que solemos acompañarle...

En fin, ella está tan elocuente, que el galán, aunque al principio se resiste llamando a la muchacha dama de la media almendra, al cabo se deja convencer, pero no de repente, sino poquito a poco; y según va entrando el convencimiento en su ánimo y ella sigue hablando, él la interrumpe a trechos diciendo al confitero: Quite usted jierro.

Tan profundas raíces habían echado en su ánimo la fe y la piedad, que el P. Lucas, y por su medio el Espíritu Santo, habían plantado en su corazón. Un amigo, compadecido de sus trabajos, le exhortó, que á lo menos en lo exterior, mostrase algún respeto á los demonios y les diese gusto, hablando al cacique para que les fabricase su iglesia.

El administrador mostrábase tardo y doliente en sus remesas. Jaime le pedía dinero, y contestaba con cartas quejumbrosas, hablando de intereses que había que satisfacer, de segundas hipotecas para las cuales apenas encontraba prestamistas, de irregularidad de una fortuna en la que no quedaba nada libre de gravamen.

No cabía en la iglesia una persona más. Hablando con verdad, tampoco cabían las que estaban dentro si ocupase cada cual el espacio que por derecho natural, el que la naturaleza enseñó a todos los animales, le correspondía. Pero en aquel momento no sólo se infringía este derecho, pero se violaba descaradamente también la ley de impenetrabilidad de los cuerpos.