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En este tiempo propuso Carriazo a su padre que tema voluntad de irse con Avendaño a estudiar a Salamanca. Vino su padre con tanto gusto en ello, que hablando al de Avendaño, ordenaron de ponerles junios casa en Salamanca, con todos los requisitos que pedía ser hijos suyos.

Al darse cuenta de que el marino no se conmovía con sus sonrisas y las miradas de sus ojos claros, se plantó ante él, hablándole en catalán. ¿Es usted, y perdone, un capitán de barco al que llaman don Ulises?... Se entabló la conversación. La cocinera, convencida de que era él, siguió hablando con sonriente misterio.

Hablando y hablando, Augusto llegó a decir: «Señores, evolución tras evolución, enlazados el nacer y el morir, cada muerte es una vida, de donde resulta la armonía y el admirable plan del Cosmos». ¡El Cosmos! ¡Qué bonito eco tuvo esta palabra en la mente de Isidora! ¡Cuánto daría por saber qué era aquello del Cosmos!..., porque verdaderamente ella deseaba y necesitaba instruirse.

«Miren ustedes... hablando ahora con toda seriedad dijo, después de apurar bien el tema de las comidas, y pasando a ciertas ideas de cultura general . Yo he hecho una observación que nadie me desmentirá. «¡Pero qué tendrán que ver las pulgas...!». ¿Y sostienes que en Francia no hay pulgas? No las hay, créame usted, padrino, no las hay.

Y los marineros de proa contestaban con un grito o un gruñido para dar a entender que no dormían. Tripulantes y pasajeros formaban corrillos en la obscuridad, hablando de los misterios y leyendas del mar, dando nombres y propiedades mágicas a los astros que brillaban entre el cordaje y las velas negras.

Arturo aguardaba en el escenario, hablando con varios jóvenes y con Lubert, el director, a quien, en aquel instante, estaba recomendando a Judit. Cuando ésta apareció, avanzó él a su encuentro, a la vista de todos, y juntos bajaron por la escalera particular de los artistas.

Hablando de tan ilustre virrey, dice Lorente: «Oía a todos en audiencias públicas y secretas, sin tener horas reservadas ni porteros que impidieran hablarle, y daba por mismo decretos y órdenes, con admiración de los limeños, que ponderaban no haber observado actividad igual en el trabajo, ni forma semejante de administración en ninguno de los virreyes anteriores.

El arte francés, generalmente hablando, lleva en el trastorno más radical y más profundo de las ideas morales; el trastorno propio de una sociedad que, á precio de ruido y de oro, embrolla sin escrúpulo las verdades más venerandas del entendimiento y de la conciencia.

A estas razones respondió con éstas disparatadas Sancho, que, hablando con Merlín, le preguntó: -Dígame vuesa merced, señor Merlín: cuando llegó aquí el diablo correo y dio a mi amo un recado del señor Montesinos, mandándole de su parte que le esperase aquí, porque venía a dar orden de que la señora doña Dulcinea del Toboso se desencantase, y hasta agora no hemos visto a Montesinos, ni a sus semejas.

Media hora; ya llevaba media hora hablando y aún no había comenzado de veras el discurso. Ahora lamentaba que la Cámara estuviese vacía. ¡Tan bien que marchaba aquello!... Frente a él, en la penumbra de la tribuna diplomática, seguía moviéndose el abanico, distrayéndole con su aleteo. ¡Diablo de señora! Bien podía estarse quieta.