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Pero Alicia con su habitual modestia, creyendo siempre, cuando hay un joven en nuestra sociedad, que lo seduce con su encanto, se hacía ilusiones y esperaba que se le declarase. Ahora ha comprendido que para que Martholl se fije en su graciosa persona, tiene que trabajar mucho; entonces, antes de su partida, va a jugar fuerte. ¡Cuida tu grano, querida!

Y olvidando la habitual parsimonia, deseó que los suyos viajasen lo mismo que una familia reinante, en camarotes de gran lujo y con servidumbre propia. Dos vírgenes cobrizas nacidas en la estancia y elevadas al rango de doncellas de la señora y su hija les siguieron en el viaje, sin que sus ojos oblicuos revelasen asombro ante las mayores novedades.

Procuró dar á su rostro la misma habitual expresión indiferente y altiva y, después de saludar á las tres ó cuatro personas que allí había, preguntó á Joselillo: ¿Ha venido algún recado para ? No, señor respondió el chico. Subió á su cuarto y se dejó caer en la cama fatigado del largo paseo que había dado y más aún de tanto pensar en la misma cosa.

Tenía ella demasiado talento y orgullo para mostrarse herida de la corta plática que acababa de tener con su antigua novia. Le acogió con la misma sonrisa, dirigiole la palabra con su habitual y afectada ligereza, y no se acordó ni del nombre de Fernanda. Pero sus labios pálidos se contraían de coraje cada vez que le veía volver los ojos hacia aquélla. Y el incauto lo hacía amenudo.

Esta vez Marta habló sin amargura, en el tono tranquilo y moderado que le era habitual, y, sin embargo, cada palabra me partía el corazón. ¡Oh, Marta! gritaba una voz dentro de . ¿Por qué me has rechazado? En eso ella soltó una risa breve y preguntó a Roberto cómo estaban en su casa, y lo que hacían mi tío y mi tía.

Ese tribunal merecía un severo castigo manifestó el caballero, volviendo a su seriedad habitual. Yo les hubiera puesto de buena gana una corrección por mi mano... pero... amigo don Pantaleón, estoy muy débil. El hambre me tiene muy débil. ¡El hambre! exclamó Sánchez estupefacto. ; el hambre, querido Sánchez, el hambre.

Dios sabe, si existe, que lo has logrado bien. A pesar de la exquisita dulzura de sus palabras, a pesar de sus caricias, me pareció que una larga y acerada aguja había penetrado en mi corazón, y en medio de mi alegría, pasó por un calofrío de espanto. «¡Dios sabe, si existeNo puedo acostumbrarme a esa forma irónica de la duda, habitual en mi padre.

Juanito contestó negativamente, arrepintiéndose en seguida. Me alegro. Pasearemos juntos. Mis amigos han salido con sus familias, y yo no tengo a nadie en este mundo; estoy solo... completamente solo. El viejo recalcaba estas palabras, como si quisiera hacer responsable a alguien de su abandono. Emprendieron los dos la marcha hacia las Alameditas de Serranos, paseo habitual de don Eugenio.

Pues entonces, voy a decirle algo más: entre estas cartas, en las cuales casi se le acusa de traición, hay una de un amigo que lo conjura a no caer nuevamente en una debilidad que parece serle habitual: la de dejarse seducir por las mujeres, de dedicar una parte demasiado grande de su tiempo, a la galantería... Ese amigo que lo escribe como si ya supiera que en realidad una nueva aventura con otra mujer lo distrae del cumplimiento de su deber para con sus compañeros... ¿Por qué evita usted ahora mis miradas?

Nada, madre; he dicho todo lo que , respondió Perla con mayor seriedad de la que le era habitual. Pregúntale á ese viejo con quien has estado hablando. Tal vez él te lo pueda decir. Pero dime, mi querida madre, ¿qué significa esa letra escarlata? ¿Y por qué la llevas en el pecho? ¿Y por qué el ministro se lleva la mano al corazón?