United States or Indonesia ? Vote for the TOP Country of the Week !


Por eso, al dicho de sus convecinos de que era el más listo de la familia, debemos añadir que fué el más desgraciado. Sus antecesores estaban, como él, atados al pleito; pero con fe, con gusto, sin el menor deseo de ver el mundo.

Viéndola un poco turbada, cambió inmediatamente de conversación, hablando de las piezas nuevas, de los museos, de los países extranjeros que había visitado, pareciendo hacerle aquellas ligeras observaciones, únicamente para tener el gusto de oír sus respuestas, y mirándola con aire grave y dulce, como para animarla a contestarle con exactitud. ¡No había duda!

De propósito recalqué la palabra "adivinar", pero la cantante no pareció comprender el alcance amenazador que había yo dado á mi respuesta. Sonrió y me ofreció la mano diciendo: Tengo mucho gusto, caballero, en conocer á usted. Debo confesar que en aquel minuto decisivo no había en Jenny Hawkins más que muy poca cosa de Lea Peralli.

Vaya con lo que sales... Tontín, no digas disparates. Mi vida está completamente truncada y rota. No hay manera de soldarla ya... Cree que si me quisieran yo me quedaría aquí, yo sería bueno, y por darte gusto a ti y a tus amigas, me haría muy religioso, muy amigo de Dios y de la Virgen; emplearía todo mi dinero en obras de caridad, protegería la devoción...

Para Paris no será alto, señora, pero mis nervios no tienen el gusto de Paris; Paris no me ha dado otros nervios, y con permiso de Paris, he resuelto volverme al piso principal. Suban ustedes otro poco, es aquí; verán ustedes qué vista tiene. Si no les acomoda, bajarán; pero examinen siquiera la habitacion.

Unas esperan a que llegue el 10 de abril para disponer de su corazón, porque se han jurado a mismas a ser juiciosas hasta los diez y siete años. Otras encuentran un protector de su gusto y no se atreven a confesárselo: temen la venganza de un consejero refrendario que ha jurado matarla, y suicidarse en seguida, si ama a otro que no sea él.

No pude menos de volverme ligeramente para contemplar el delicioso cuadro que mis falsas santas ofrecían a las miradas del prójimo... Tan ocupadas estaban con sus chismes y tan expertas eran en disimularlos, que no vieron mi movimiento y pude impregnar los ojos a mi gusto en su exquisita hipocresía. Sus palabras me llegaban ahora distintamente: ¿Quién se confiesa tan largamente? La de Bormel.

»Ya estaba armada de punta en blanco: nuevas combinaciones de luces y de espejos para verme a mi gusto por todas partes, y ensayar actitudes, movimientos y sonrisas, y sorprender a hurtadillas la grata impresión de todo ello en las caras de las tres espectadoras.

Ya en la ciudad de nuestro cuento, cuya gente acomodada había ido toda, y en más de una ocasión, de viaje por Europa, donde apenas había casa sin piano, y, lo que es mejor, sin quien tocase en él con natural buen gusto, tenía Keleffy numerosos y ardientes amigos; tanto entre los músicos sesudos, por el arte exquisito de sus composiciones, como entre la gente joven y sensible, por la melodiosa tristeza de sus romanzas.

Porque la infeliz D.ª Carmen, a más de no hallarse muy al tanto de los usos sociales, era tan débil con los caprichos y fantasías de su hijastra, que los tomaba sin inconveniente por actos razonables, por expresión de su gusto indiscutible y su elegancia. Algún disgusto le proporcionó tal vanidad.