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Le apenaba el entusiasmo de su ídolo por el sietemesino; pero la derrota de Grass le llenaba de regocijo. Y en la expansión de su alegría amarga no pudo menos de acercarse al grupo donde aquel despreciable personaje se empeñaba todavía en imponerse a la atención por medio de sus ridículos juegos de manos. No trascurrieron dos minutos sin que le dirigiese una pulla de mal gusto. Grass no hizo caso.

Entre otras cosas decía: Hija, no se me alcanza el gusto que puedan tener tu hermana y su marido en vivir en este laberinto de la corte. ¡Cuánto mejor estábamos en nuestro pueblo!

Luis María se dirigió entonces a con la tercera sonrisa forzada de esa noche: ¿Quiere que vayamos? Con mucho gusto le dije. Y fuimos. Entró el médico sin hacer ruido, entró Luis María, y por fin entré yo, todos con cierto intervalo. Lo que primero me chocó, aunque debía haberlo esperado, fué la penumbra del dormitorio.

Parecía cosa convenida que todos sus actos habían de ser originales y todas sus palabras agudezas. Otra bien distinta era su conducta en la intimidad de las tertulias de su casa. Y, sin embargo, estaba allí más a gusto y en su elemento que en todas partes, con ser el círculo tan estrecho y tan limitados los pasatiempos.

Vuelvo a pedir a usted mil perdones le dijo , por mi torpeza.... Veo que también sale usted, señora, y si me lo permite tendrá mucho gusto en acompañarla.

¡Lástima que el nombre del anónimo poeta, que se despachó á su gusto en aquellas intrincadas ingeniosidades, no haya pasado á la posteridad!

De aquello que una vez se hubo estrenado El vaso nuevo guarda, como vemos, El gusto y el olor: lo que es usado Por largo tiempo en hábito tenemos, Y tanto en natural se ha transformado, Que siempre con lo tal bien nos habemos: Y así dejar costumbre muy usada Es cosa muy dificil y acabada.

Tanto gusto de contarlo a usted en el número de mis amigos dijo aquélla con su más amable sonrisa , y muy orgullosa de que mi retrato sea hecho por mano tan experta... y por cierto que no es un estímulo retratar a una mujer de mis años. ¡Señora!

Estando todos acordes, llevan la lista de los que piensan nombrar al administrador, el que, si les parece bien, les dice que lo hagan así, y si alguno de los señalados tiene alguna tacha, o no es del gusto del administrador, les dice que aquél no conviene, y que señalen otro que tal vez el administrador les indica, o lo insinúa privadamente al corregidor, y así se hace.

Era condición de su temperamento el no hacer nada por medios naturales y sencillos. Para que saliese a gusto suyo, todo había de ser laberíntico, extraño, violento. El plan era el siguiente: el P. Gil se iría una mañana a Lancia, alquilaría un coche y volvería con él por la noche. Lo dejaría en las cercanías de la villa y vendría a dormir a su casa.