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«¡Y qué cortinas! decía Bou tocándolas de un modo irreverente con el roten . Esta gente no gusta de tener frío. ¡Toma!, el frío se ha hecho para el pobre obrero que anda sin trabajo por las calles. Eso es, hay dos Dioses, el Dios de los ricos que da cortinas, y el Dios de los pobres que da nieve, hielo.

, lo soy gritó el enfermo, ahogándose . Me gusta el orden... me gusta lo antiguo... que manden los que tienen que perder. ¿Y la religión? ¡Ah, la religión!... Por ella daría la vida. Y se llevó una mano al pecho, respirando angustiosamente, como si le ahogase el entusiasmo.

Sin vista tiene él más talento que todos los que ven. Me gusta tu amo. ¿Es de este país? , señor, es hijo único de D. Francisco Penáguilas, un caballero muy bueno y muy rico que vive en las casas de Aldeacorba. Dime ¿y a ti por qué te llaman la Nela? ¿Qué quiere decir eso? La muchacha alzó los hombros. Después de una pausa, repuso: Mi madre se llamaba la señá María Canela; pero le decían Nela.

La luna brillaba en medio de un hermoso cielo, y su dulce claridad alumbraba en todos sus detalles aquel curioso cuadro. ¡Cuánto me gusta una hermosa noche de verano! dijo el gitano ; las flores se abren para aspirar la frescura del aire, y sus perfumes nos llegan más suaves. ¿Sentís, hermanos míos, el rico olor de los áloes y de los naranjos?

El mismo Tristán apreció la belleza del paisaje y el robusto arquero entonó, ó por mejor decir, desentonó algunas picantes canciones francesas, con voz y berridos capaces de no dejar un solo pájaro en media milla á la redonda. Tendiéronse sobre la hierba y tras breve silencio dijo Simón: Me gusta el compañero ese que hemos dejado allá abajo.

Era de esos monstruos á quienes gusta oir los gritos de su víctima y que se deleitan viendo lágrimas. El amor en él tenía un fondo de crueldad. Deseaba á Lea, pero la execraba y sujetándola á sus caprichos, se daba el placer de degradarla.

Con esto, en vez de pasear todo el día por las calles con sus amigos, o ir a la puerta de Jerez a echar flores a las cigarreras, o a esperar por la tarde la vuelta de las operarias de la Cartuja, le gusta quedarse en casa cuando Fernanda va a pasar la tarde con su hermana y visitar con frecuencia la casa del padre de aquélla, que era maestro tornero en bronce y marfil. ¿Y todo para qué?

Dice papá que está muy bonito; le ha gustado mucho, y creo que a te parecerá lo mismo. «Cuida mucho de tus tías, principalmente de doña Carmelita; mira que le gusta mucho que la mimen. ¿La ves así, que es tan seca y adusta? Pues sin cariño no puede vivir. «Vivo por y... sólo para , tu Linilla». Estuvo escribiendo hasta después de media noche.

No tiene sueño tranquilo; cada noche se levanta dos o tres veces para ver a Carmen y darle el alimento y la medicina. A no me gusta eso, porque no tiene obligación de velar a tu tía. Eso me toca a . Ya se lo he dicho; pero ella no dejaría, por nada de este mundo, que me levantara yo a deshora.

¿Pero cree usted que haga feliz á mi hija? No creo que la haga desgraciada. Sería suponerle una alma depravada. ¿Qué quiere usted que haga, Dios mío? A no me gusta nada, pero es el único que no desagrada á Margarita... y por otra parte, ¡hay tan pocos hombres que tengan cien mil francos de renta!