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Es fácil conocello dijo entonces la morisca, con acento claro y jubiloso; lleva siempre en el cinto una daga con vaina de oro guarnecida de diamantes de Krichna, de berilos de Khazbah, de perlas de El-Katif, y el pomo de la daga es de piedra imán y chupa toda la sangre de un hombre en un guiño de ojo.

Luego se puso serio y murmuró de mal humor: No lo . ¿Viaja lejos de Esparta? El pintor visiblemente molesto se contentó con alzar los hombros, dirigiendo en seguida la palabra a la condesa. El vizconde hizo un guiño a Narciso Luna y dejó escapar una risita maligna. Se levantaron de la mesa. El café se les sirvió en el gabinete de la condesa.

Siempre que hablaba de Esperancita brotaba de sus labios tres o cuatro veces, como si necesariamente fuera asociada a sus amores. Pepe Castro sintió un malestar indecible: guiñó su ojo izquierdo infinitas veces. En realidad, nunca le había gustado anticipar ideas sobre los acontecimientos futuros. Era más caballista que profeta.

Inesilla les servía. El alférez devoraba con los dientes una pechuga de perdiz, y con los ojos el redondo cuello y el alto seno de la muchacha, soltando uno que otro guiño y una que otra frase que la joven recibía sonriéndose. ¿Y qué decís de esto? dijo entre un bocado, un guiño y una galantería soldadesca á la muchacha el alférez.

La circunstancia de hacer un guiño tan malicioso como grosero a una de las criadas que servían la mesa, al terminar su invitación, despertó contra él una tempestad de silbidos e interrupciones. No pudiendo explicar satisfactoriamente su conducta, don Serapio se fue muy incomodado a dar una vuelta por la cocina. Al poco rato sonó allá una bofetada.

El Tarumbo, después de conocerla, me guiñó un ojo, la volvió la espalda y me dijo mientras cargaba de tabaco su pipa: Esa es Tanasia. ¿Y quién es Tanasia? le pregunté yo. La hija mayor del Toperu respondióme. ¿Y quién es el Toperu? volví a preguntarle. Pos es el padre de Tanasia... Vamos, de la mozona que corteja Chiscu.

Y añadía con un guiño significativo: Nada puede ser, nada debe ser original de los indios, ¿entiende usted? Yo les quiero mucho, pero nada se les debe alabar pues cobran ánimos y se hacen unos desgraciados. Otras veces decía: Yo amo con delirio á los indios, me he constituido en su padre y defensor, pero es menester que cada cosa esté en su lugar.

La comandanta entró trayendo un cuadrote que representaba a Pío IX echando la bendición a las tropas españolas en Gaeta. Para hacer juego, propuso Juan Antonio poner al otro lado la Numancia. Guillermina vaciló en dar su asentimiento; pero al fin... una risita y un guiño resolvieron la duda. «Poner el barquito, ponerlo, que todo lo de la mar es de Dios».

Doña Carolina se inclinó hacia el oído de su hija Carlota, y le dijo en voz baja, aunque no lo bastante para no ser oída de Mario: Por mi gusto, querida, estaríamos aquí un ratito más; pero ya ves, tu papá acostumbra a retirarse a esta hora... y ahora más que nunca necesitamos tenerle contento, ¿verdad? añadió con un guiño picaresco.

Era una pólvora aquella criatura; buenísima en el fondo, con un corazón de cordera, pero arrebatada como pocas. Dejándola serenarse, incapaz de hacer daño a una hormiga, pero en un instante de cólera Dios sabe adónde podía llegar... Por supuesto añadió con un guiño malicioso que tiene a quien parecerse; porque usted, señor Ángel, que ordinariamente es una malva, ¡tiene un modo de dispararse!