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Se acordaba, además, de las palabras de su apoderado: de la arrogancia con que sabía espantar a los moscones molestos; de aquel jueguecito aprendido en el extranjero que la hacía manejar a un hombrón como si fuese un guiñapo... Siguió contemplando la blanca nuca, como una luna envuelta en nimbo de oro, al través de las nieblas que tendía el sueño ante sus ojos. ¡Iba a dormirse!

Yo tengo otro: para la esposa que olvida sus deberes, el desprecio y el olvido; y para el pedazo de nuestras entrañas que huye, el amor, el apoyo, la dulzura, hasta lograr que vuelva a nosotros... Esteban, estamos separados por nuestras creencias; un montón de siglos se alza entre nosotros; pero eres mi hermano, me quieres y te quiero, sabes que sólo deseo tu bien, que llevo como ese apellido de familia que en tanto estimas, que amé a nuestros pobres padres como pudiste amarlos, y en nombre de todo esto te digo que esta situación debe acabar, que no debes vivir insensible y petrificado en lo que llamas tu dignidad, sin que te turbe el recuerdo de una hija tuya que rueda por el mundo como un guiñapo.

Total, que se atreve un cristiano a darla un pellizco, y ella, con sus manos de oro, sin enfadarse apenas, te agarra y te deja hecho un guiñapo. Ahora la asedian menos, pero tiene enemigos que andan por ahí hablando mal de ella: unos alabándose de lo que es mentira; otros negando hasta que sea guapa. Doña Sol, según el apoderado, mostrábase entusiasmada de su vida en Sevilla.

Por dos pesetas diarias la explotaban las parroquianas de un modo irritante; mostraban un ansia furiosa para exprimir todas sus habilidades; la hacían cortar y probar como una maestra y coser o zurcir como una oficiala; obligábanla, con falsos mimos, a no levantar la cabeza del trabajo ni un solo instante; se mordían los labios con rabia y dudaban de su laboriosidad cuando no podía convertir en vestido flamante un guiñapo viejo; y después de todo, cuando la costurera terminaba, despedíanla sin cariño alguno, como un mueble inútil, y no se acordaban de ella al darse tono en paseos y teatros, asegurando que era de una modista francesa el vestido cuya confección les costaba unas cuantas pesetas.

Cuidad de estar siempre ebrios, dijo el trágico Baudelaire al sentir el enorme vacío de su existencia, que fué gloriosa... más tarde, cuando una vida negra y una muerte de perro le arrojaron a la eternidad como un guiñapo muy glorioso, pero muy maltrecho y muy dolorido. En Madrid se come mal

Todo lo que quisieran, gritos, lloros, aclamaciones, todo, menos desfilar por las calles de Madrid y que la gente del centro presenciase el entierro, con su séquito de jornaleros que pedían venganza. Sobre la masa de cabezas se alzó, como contestación, un largo palo, y en su punta un guiñapo negro que parecía una mortaja. Era la bandera de cólera y dolor, improvisada por un grupo de muchachos.

Me acuerdo dijo Carlos con emoción . Y gracias que encontré quien me diera casa por un pequeño servicio de llevar cuentas. Luego tuve la dicha de tropezar con aquel coronel retirado, que me enseñó las matemáticas elementales. Bueno: no hay guiñapo que no saquen ustedes hoy a la calle observó Sofía.

Despertóse sobresaltado y dando grandes gritos, hiciéronle coro los espectadores con sus carcajadas y bravos; pero sobre todo aquel estrépito se oyeron las voces estentóreas del vencido atleta, pidiendo que continuase la lucha. ¡Otra vez, otra vez! ¡Venid, arquero y por San Pacomio que os he de estrujar como un guiñapo! No en mis días, replicó Simón abrochando su coleto.

Se trataba de una herencia y, como sucede siempre en tales casos, los gastos del juicio se habían tragado ya tres veces lo que valía el guiñapo. Como Krakow era de mal dormir, la querella se había enconado y había degenerado en odio personal; por lo menos, de parte de Krakow, porque Pütz, con su flema bondadosa, se obstinaba en ver sólo el lado humorístico de la cuestión.

Y empujó con el pie una vieja chaqueta de marinero, cubierta de manchas de vino y de alquitrán. ¡Es raro! dijo el contramaestre, y el guiñapo subió majestuosamente hasta lo alto de la driza. Se supone que la broma pareció un poco pesada a los de la corbeta, porque dos cañonazos partieron casi inmediatamente y las balas hicieron bastantes destrozos en el aparejo de El Gavilán.