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Ruborizábase por el carácter íntimo del obsequio y murmuraba al oído de su amante: Las medias hacen reñir; es un regalo que trae mala sombra: lo he oído muchas veces. Hay que deshacer el efecto con otro regalo. Y se detuvo ante el puesto de un chamarilero, donde se amontonaban los objetos más diversos. Acababa de ver un tintero de cristal, enorme, con una esfera dorada a guisa de tapón.

Con la frente contraída y los ojos sombríos, hablaban de esta retirada inexplicable para ellos. Días antes, en Guisa, habían infligido una derrota á sus perseguidores.

En el antedespacho de los gerentes de Banco, los ordenanzas le ofrecían asiento misericordiosamente, dudando de que el personaje que estaba al otro lado de la puerta se dignase recibirlo. Pero apenas sonaba adentro su nombre, el mismo gerente corría á abrir. Y el pobre empleado quedaba estupefacto al escuchar cómo el gaucho decía, á guisa de saludo: «Vengo á que me den trescientos mil pesos.

Sucedió que Alvaro Peña, firmemente convencido, como ya sabemos, de que todos los dolores e imperfecciones que padecemos los humanos dependen exclusivamente de la preponderancia del clero, propúsose aprovechar el arma del periódico para emprender contra él una activa campaña. Y para comenzar lanzó, a guisa de guerrilleros, unas cuantas gacetillas.

Yo era antes torneador de hierro dice con cierto orgullo , obrero consciente y sindicado. Una leve contracción de su bigote, que equivale á una sonrisa amarga, parece subrayar este recuerdo del pasado. ¡Qué de transformaciones! Luego, el viejo socialista añade á guisa de consuelo: Hay que tomar el tiempo como se presenta.

Verás tambien como en posicion alegórica dos grandes edificios, S. Francisco y S. Pablo, situados en línea en frente de la Ajarquía, á guisa de paladines del cristianismo en avanzada contra los errores que simboliza la Almedina.

Lo mismo te dirán que yo profirió Manuel Antonio poniéndose la ebúrnea mano sobre las cejas a guisa de pantalla. En efecto, allá a lo lejos se columbraba la figura de Paco como una percha coronada por un pepino. Todos los sombreros le entraban hasta las orejas a causa de la inverosímil pequeñez de la cabeza y su disposición excepcional. A su lado caminaba el Sr.

El tercer oficial había salido de su camarote casi desnudo, restregándose los ojos soñolientos. Caragòl estaba en la popa, mostrando su abdomen bajo el revoloteo de la suelta camisa y llevándose una mano á las cejas á guisa de visera. Lo veo... lo veo perfectamente... ¡Ah, bandido! ¡hereje!

No podía explicar qué sabiduría era la de su compatriota. Es más: desde sus primeras conversaciones había adivinado que el profesor era de ideas opuestas á las suyas. «Un descreído de los que no tienen más Dios que la materia», se dijo. Pero añadió á guisa de consuelo: «Todos estos sabios son así: liberales é impíos. ¡Qué hacerle!...» En cuanto á su fama, la tenía por indiscutible.

Demetria, abre y dame un poco de agua, que tengo sed y estoy rendido dijo Nolo con vozarrón de falsete. ¡Pobrecillo! ¿Por qué no le hemos de abrir? exclamó Felicia. Y levantándose de su tajuela y con la rueca sujeta á la cintura á guisa de lanza, se dirigió á la puerta y la abrió. ¡Nolo!... Pero ¿eres ?... ¡Cómo habíamos de pensar!...