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La viuda de García, que era bonachona, lanzó una exclamación que corearon las niñas de Sobrado. ¡Jesús... angelito de Dios... tan pequeño, por esas calles y con este día! ¿Pero qué hace su madre? Mi madre tiene tienda en la calle del Castillo.... Somos siete con este, y yo soy la mayor... alegó a guisa de disculpa la que llevaba la criatura.

JIMENO. ¿Y no os parece, como a , que el Conde hace muy mal en exponer así su vida? Y si llegan a saber sus Altezas semejantes locuras... GUZMÁN. Calle... parece que se ha levantado ya... JIMENO. Temprano para lo que ha dormido. FERRANDO. Los enamorados, dicen que no duermen. GUZMÁN. Vamos allá, no nos eche de menos. FERRANDO. Y hoy que estará de mala guisa. JIMENO. , vamos.

Y la dejó en la avenida de los arrayanes marchando al taller en busca de Pedro. Tenemos todavía dijo a éste , como una media hora antes que pase el tren... ¿Quiere usted que vayamos a esperarlo a la estación de Meudon a guisa de paseo? ¡Qué idilio! respondió alegremente el marqués levantando los ojos al cielo.

Y la poesía, por último, deja ya de atender á lo útil: no teje, ni guisa, ni edifica viviendas; ni trata siquiera de moralizar ni de enseñar verdades, sino que poniendo en ella misma su fin, aunque nada deseche y se valga de todo, tanto de lo creado cuanto de lo increado, tanto de lo real cuanto de lo ideal, como elementos y materia de lo que produce, no tira á producir sino la belleza y no anhela infundir en los ánimos más que el puro y desinteresado sentimiento que nace de verla y de admirarla.

Relatan cosas ocurridas hace unos meses, y parece que recitan las remotas hazañas de Marko Kralievitch, el Cid servio, que peleaba con las wilas, vampiros de los bosques, armadas de una serpiente á guisa de lanza. Estos hombres que evocan sus recuerdos en un bar de París han vivido hace unas semanas la existencia bárbara é implacable de la humanidad en su más cruel infancia.

En cada rostro de aquellos valerosos soldados leíase el júbilo, el placer que aquella fiesta que á guisa de homenaje le ofrecía el pueblo, que de esa manera demostraba que sabía hacer justicia á sus valerosos y abnegados soldaditos.

Las damas que cruzan arrellanadas en su landau hacia el Retiro, podrán volver desdeñosamente la cabeza y no verlos; los jóvenes, que apetecen la gloria inmarcesible de vivir y morir perteneciendo al Veloz, pasarán velozmente con la cabeza erguida, el sombrero ladeado y el bastón a guisa de lanza, dando miradas amorosas a todos los carruajes y ansiando descubrir su cabeza venerable ante alguna duquesa ajamonada, sin fijar la atención en ellos; pero no es menos cierto que allí están para honra y gloria de Dios y regocijo de los villanos y pecheros que en tales lugares paseamos.

Paseábase observando con mirada rápida y exacta la reunión, que, a guisa de mosaico, amontonaba el acaso en aquellas tablas, cuyo conjunto se llama navío, así como en dimensiones más pequeñas se llama ataúd. Pero hay poco que observar en hombres que parecen ebrios, y en mujeres que semejan cadáveres.

Dónde y cómo los sorprendió, si fué en Viseo, de noche, derribando las puertas de su posada, no queda bien averiguado; lo cierto es que á los pocos días volvió á entrar en Salamanca, animosa y terrible, al frente de su comitiva, enarbolando en las puntas de las picas las cabezas de los dos Manzanos; y á guisa de ofrenda expiatoria, más digna del altar de las Euménides que de una tumba cristiana, las hizo rodar sobre las recientes losas que en la iglesia de San Francisco, ó en la de Santo Tomé, cubrían los restos de sus hijos.

Arrepentido de su inevitable alegría, el paisano sacudió la cabeza a guisa de oración fúnebre, se echó hacia atrás en la silla, sacó la petaca y se dispuso a fumar un cigarro a la memoria de aquellos malogrados jóvenes.