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No he querido serlo... o mejor dicho, han tenido siempre los gobiernos buen cuidado de hacerme en las urnas cuanta guerra han podido. ¿No ve usted que a los gobiernos como los de España no les conviene en el Parlamento hombres como yo?... Ahora me ofrecieron un distrito; pero era con el fin de hacerme olvidar, ¡mentecatos!, el desaire de la embajada, y especialmente para atar mis manos en la prensa: pues ya saben ellos que tienen cada día la existencia pendiente de mi pluma.

Con la misteriosa fuga de Margarita él quedaba solo, en una soledad que le inspiraba remordimientos. Aquella tarde, al pasear por los bulevares, había tropezado con un amigo algo entrado en años, un consocio del Círculo de esgrima frecuentado por él. Era el primero que encontraba desde el principio de la guerra, y juntos pasaron revista á todos los compañeros incorporados al ejército.

Empero agora, que ha querido el hado Reducir nuestra nave á tan buen puerto, Las velas de la guerra recojemos, Y á qualquiera partido nos ponemos.

Luego, al volver á casa, encontraba al otro, y mi ilusión era tan enorme, que los confundía á los dos en uno solo, imaginándome que todo era mentira, el tiempo y la guerra, que mi hijo vivía aún, que había vuelto de su cautiverio y estaba á mi lado.

Aunque ella alcanzase á vivir después de la guerra, continuaría su existencia presente en los hospitales civiles, en los países remotos azotados por las epidemias. El tal vez se casase con otra, ó tal vez permanecería fiel á su recuerdo, dedicándose por su parte á remediar el dolor de los hombres.

Al tiempo que entre los Griegos corrian estas pláticas y sentimientos, los soldados de los presidios por parecerles que la paga se dilataba, maltrataron á los Griegos de los pueblos donde estaban alojados: mal forzoso de la guerra, y que difícilmente el rigor militar de los más insignes Capitanes lo ha podido atajar.

Fué virrey de Navarra, marqués de Rodil y sucesivamente capitán general de Extremadura, Valencia, Aragón y Castilla la Nueva, diputado a Cortes, ministro de la Guerra, presidente del Consejo de ministros, senador de la Alta Cámara, prócer del reino, caballero de collar y placa de la orden de la Torre y Espada, gran cruz de las de Isabel la Católica y Carlos III, y caballero con banda de las de San Fernando y San Hermenegildo.

Y como consagración del tratado que acababan de convenir, los tres señores mojaron las diestras manos con algunas gotas de la fuente, y cada uno salpicó con ellas el césped de su dominio. Pero el buen tiempo no es duradero y los condes no conservan mucho su sonrisa y compañerismo. Peleáronse los tres amigos y estalló la guerra.

en divinas estrofas prorrumpiera cantando de tus dones el tesoro con ritmos de perenne primavera! Pero los días son más bien de lloro, no de adularte ¡oh pueblo filipino! a los ecos de cántico sonoro. Mientras, tal desatado torbellino surque tu faz, el rayo de la guerra alfombrando de escombros su camino;

Napoleon y Descártes son dos genios; y sin embargo en nada se parecen. El genio de la guerra no hubiera comprendido al genio de la filosofía; y si hubiesen conversado un rato, es probable que ambos habrian quedado poco satisfechos, Napoleon no le habria exceptuado entre los que con aire desdeñoso apellidaba ideólogos.