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Pero ni Simoun, ni Ben Zayb, ni el P. Irene, ni el P. Camorra la sabían y pidieron el cuento unos por guasa y otros por verdadera curiosidad. El clérigo, adoptando el mismo tono guason con que algunos se lo pedían, como un aya cuenta un cuento á los niños dijo: Pues érase un estudiante que había dado palabra de casamiento á una joven de su país, y de la que al parecer no se volvió á acordar.

Luis Dupont, muy estirado, detrás del sillón de su tía, al ver a María de la Luz la hizo varios gestos, llegando a amenazarla con la mano. ¡Ah, maldito guasón! Siempre el mismo. Hasta el instante de la misa había estado en la cocina importunándola con sus bromas, como si aún durasen los juegos de la infancia.

¡Esa que es gorda! ¿Qué tiene que ver la integridad de la patria con las leyes de la sintaxis? Doctores tiene la Santa Madre Iglesia... ¿Qué yo? acaso se tema que comprendamos las leyes y las podamos obedecer... ¿Qué será de Filipinas el día en que nos comprendamos los unos á los otros? A Sandoval no le gustaba el giro dialogado y guason de la conversacion.

La joven replicó con energía que el guasón era él y que bastaba de bromas, que no estaba dispuesta a tolerarlas en esa materia. El duque insistió todavía; pero viendo la indignación real de su querida y no teniendo dato alguno para suponer que fuese ella quien le sustrajo la cartera, recogió velas. En cuanto perdió esta esperanza, su rostro se nubló de nuevo.

La experiencia del uno hacía contrapeso a la natural irreflexión y fogosidad del otro. Algo debía de sufrir con ello el veterano sabueso. Cuando Paquito se ponía guasón lo era de todas veras: le tiraba bárbaramente de las orejas, le tapaba el hocico y hasta llegaba en ocasiones ¡oh sutil refinamiento de crueldad! a meterle los dedos por los ojos.

La razón de encontrarse allí pacíficamente y no haber muerto en el patíbulo era haberse puesto al frente de una partida liberal poco antes de la revolución del 68. Cuando ésta estalló, le indultaron, gracias a las influencias de algunos magnates que le protegían. Era un hombre, al decir de Primo, «mu guasón y mu corriente», un hombre de bien, pero de muy mala sangre.

El aspirante guasón «le había dado el pego» con una amiguita que vivía por allí cerca. Pero como todos los traidores tienen su recompensa, a los pocos meses tronó también con ella. Ahora será ya telegrafista. No, señor; es soldado de caballería. Salió reprobado en los exámenes, ¿sabe uté? y su padre le echó de casa.

El tío exclamó, doblando la carta siempre tan guasón y tan célebre.... Dice que aquí me manda un santo para que me predique y me convierta.... No parece sino que tiene uno pecados: ¿eh, señor abad? ¿Qué dice usted a esto? ¿Verdad que ni uno? Ya se sabe, ya se sabe masculló el abad en voz bronca.... Aquí todos conservamos la inocencia bautismal.

Gracias, Pinedito, gracias respondió el joven algo amoscado .Pues ya que he llegado a esa categoría, te ruego que no seas tan guasón. ¡Hombre, tampoco está mal eso! exclamó Pepa Frías con asombro . Ramoncito, va usted echando ingenio. El joven concejal fué a sentarse entre la niña de la casa y la menor de Alcudia, que se apartaron de mala gana para dejarle introducir su silla.

El clima de Cuba y Filipinas le había dejado en los huesos, y como era todo él una pura mojama, relumbraban en su cara las miradas de tal modo que parecía que se iba a comer a la gente. A un guasón se le ocurrió llamarle Ramsés II, y cayó tan en gracia el mote, que Ramsés II se quedó.