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La naturaleza salvaje y espléndida. Los bosques vírgenes. Aves y micos. Nare. Aspectos. Los chorros. El "Guarinó". Cómo se pasa un chorro. El capitán Maal. Su teoría. El "Mesuno". La cosa apura. Cabo a tierra. Pasamos. Bodegas de Bogotá. La cuestión mulas. Recepción afectuosa. Dificultades con que lucha Colombia. La aventura de M. André. ¡Qué espectáculo admirable!

A nueve ó diez kilómetros de Honda desemboca, sobre la izquierda, un pequeño y clarísimo rio, el Guarínó, despues de haber fecundado la mas preciosa llanura que puede imaginarse, pampa feraz, de variadas gramíneas y cubierta de inmensos bosques de palmeras de todas clases y de gigantescos caracolíes, á cuya sombra se pasean en numerosas tribus los zainos y tapiros, perseguidos por el terrible jaguar, mientras que en las altas almenas de los árboles forman innumerables pájaros sus conciertos aéreos y siempre sorprendentes.

Está en todas partes, siempre de un humor encantador; habla con las damas, tiene una palabra agradable para todo el mundo, echa pie a tierra para activar el embarque de la leña, está al alba al lado del observatorio del práctico, anima a todo el mundo, confía en su estrella feliz y se ríe un poco de los chorros y demás espantajos de las noveles. ¡Guarinó! ¡Guarinó!

" Serafín Esinosa y Ramos. " Enrique Quiñones y Rojas. " Eduardo Pujol y Comas. Comandante. Guarino Landa y González. " Luis Moré y del Solar. " Carlos Daniel Macía y Padrón. " Rosendo Collazo y García. " Leandro de la Torriente y Peraza. " José M. Lazama y Rodas. Comandante Gustavo Rodríguez y Pérez. " Rigoberto Fernández y Lecuona. " Ramón Fonts y Segando. " Eugenio Silva y Alfonso. Capitán.

Y también se atreverán a decir que es mentirosa la historia de Guarino Mezquino, y la de la demanda del Santo Grial, y que son apócrifos los amores de don Tristán y la reina Iseo, como los de Ginebra y Lanzarote, habiendo personas que casi se acuerdan de haber visto a la dueña Quintañona, que fue la mejor escanciadora de vino que tuvo la Gran Bretaña.

Tal es la inclinación del lecho del río, inclinación que no es regular y constante, pues en el punto en que nos encontramos, el descenso de las aguas es tan violento que su curso alcanza a veces a diez y seis y diez y ocho millas por hora. He aquí el chorro de Guarinó, el más temido de todos por su impetuosidad.

»Estimúlese á Pellicer y á Godínez, que, sin renunciar á Escalígero y á Enrique Estéfano, se den trazas de conciliarlos con la dulzura y gracia del laureado Lope, que, en este caso, los escritos de su pluma agradarán á cuantos los leyeren. Adviértase á D. Juan de Jáuregui, que El Turismundo, del Tasso, y El Pastor Fido, de Guarino, desean un traje español semejante al de Aminta.

No crea usted que hemos salvado todas las dificultades. Cuando el Guarinó está tan manso, tengo miedo del Mesuno. ¡Pero con unas libras más de vapor!... ¿Y no hay peligro de volar!... ¿Quién piensa en eso, señor?

No repetiré la narración del viaje, tan diferente, sin embargo, del primero. ¡Cómo bajábamos aquellos chorros temidos, Perico, Mezuno, Guarinó, que tantas dificultades presentaron a la subida!