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El seminarista peca por otro concepto: es real, pero con realidad bestial y grosera, que el autor marca y acentúa con verdadero encarnizamiento y saña. Su tía vale mucho más, y a veces habla una lengua digna de la mismísima madre Celestina.

Su falta de carácter y de ambición rayaban en el idiotismo. Encerrado en las cuadras desde su infancia, ignorante de toda travesura, de toda contrariedad, de todo placer, de toda pena, aquel joven, que ya había nacido dispuesto a ser máquina, se convirtió poco a poco en la herramienta más grosera.

Hay que distinguir, amigo; hay que distinguir dijo el presbítero volviendo a su actitud grosera. Los hombres no somos iguales. Hay deberes generales a todos y los hay particulares a cada uno según sus circunstancias. Si Llot fuese un cualquiera, un empleadillo de mala muerte, eso que usted dice estaría perfectamente.

Cuando surgía una huelga en la montaña y los ferrocarriles paralizados no acarreaban mineral, había que echarles carbón lo mismo que si funcionasen. Aquellos enormes tubos de piedra, con su aspecto de grosera pesadez, eran delicados como juguetes de la industria, y podían inutilizarse al menor descuido.

Aquí dio fin y término otra vez mi ya vacilante serenidad, y el «nudo» que me estaba oprimiendo la garganta rato hacía, trocóse en humor benéfico que me empañaba los ojos y crecía por el contagio del llorar de las mujeres que me acompañaban en el cuarto, y que, al fin, llegaron a contaminar a Neluco, médico y todo, mientras volvía a oírse afuera la nota triste de antes recorriendo los grupos y las masas de aquellas compungidas y humilladas gentes... Hasta que vibró de nuevo la voz del Cura, y todo calló, como si hasta con el respirar se profanara la augusta solemnidad de lo que iba a suceder allí... como creería yo profanarlo si me atreviera a extraer su recuerdo del sagrado de la memoria, donde lo guardo indeleble, para describirlo con mi pluma torpe y grosera en este miserable papel.

Aturdido estúpidamente, dije algunas frases que no recuerdo, y me despedí de aquellas señoritas, a quienes no deseé otra cosa más que Dios confundiera en el mismo momento. ¡Bueno estaba yo para bromitas! Andando entre calles un rato, se me ocurrió la idea, no muy sensata, de ir a la Fábrica de Tabacos y preguntar allí por Paca...¿Para qué? Llegaba mi grosera ignorancia hasta no saber su apellido.

En resumen, que esta planta, á semejanza del cocotero, la nipa y el bejuco, constituye un don inapreciable en los países tropicales. Calantas ó cedro. De primer orden. De color rojo carne, ladrillo y amoratado, y á veces sonrosado; textura grosera y poros muy marcados; su olor es muy agradable. De inmejorable calidad; se emplea para los cajones de tabaco. Canela ó calugac. Calumpong.

Pero lanzó una tal carcajada, que su excelente hoja le cayó de la boca. La causa de su risa era el ver al capitán español y a su tripulación arrodillada ante una grosera imagen de San Pablo, que se golpeaban el pecho reiteradamente. El capitán, sobre todo, besaba una reliquia con fervor siempre creciente, y murmuraba: «San Pablo, ora pro nobis...» Pero San Pablo ¡ay! no se daba por entendido.

Terminada la ceremonia y la misa Tristán se acercó a su amigo Núñez en la misma iglesia y le dijo: ¿Sabes, Gustavo, que esa epístola de San Pablo que nos acaban de leer me parece un poco grosera? Núñez soltó una carcajada discreta y exclamó poniéndole la mano sobre el hombro: Pero hombre, ¿hasta con San Pablo te has de meter? ¡Eres delicioso, Tristán!

Caracterizábale una libertad grosera en el hablar, un desprecio cínico hacia las personas, aun las más respetables, y una ignorancia que rayaba en lo inverosímil. Sus chistes eran de lo más burdo y soez que es posible tolerar entre personas decentes. Alguna vez daba en el clavo, esto es, tenía alguna ocurrencia feliz; mas, por regla general, sus chuscadas eran pura y lisamente desvergüenzas.