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Á la conclusión hay una batalla entre un tabernero, una castañera, un granuja callejero y otros héroes de igual jaez, que componen sus personajes. Después que han sucumbido la mayor parte en la contienda, termina la tragedia de esta manera: TÍO MATUTE. Aguárdate, mujer, y no te mueras... Ya murió: yo también quiero morirme, Por no hacer duelo ni pagar exequias. ¡Ay, padre mío! Escúchame.

Plutón avanzó unos pasos con los brazos extendidos. Demetria, cuyos ojos se habían acostumbrado ya á la oscuridad, le vió venir y retrocedió por la galería. ¡No te acerques, granuja, malvado! ¡Qué! ¿nos hacemos remolones? De nada te valdrá, princesa dijo el monstruo. Escucha, Demetria. Has caído en una ratonera.

Acérquese usted, granuja, arrime usted una silla y venga usted a pedir perdón a Elena de haberla escandalizado hace un momento. Elena nada había hablado a la condesa de las opiniones de Núñez. Siento mucho que no le parezcan bien y si hubiera sabido su disconformidad me guardaría de emitirlas. Debiera usted suponerlo, malvado, porque Elena adora a su marido. Volvemos a lo mismo, condesa.

La hermosa dama no contestó, y tirando de la mano á Pacorrito, le llevó por misteriosa región de sombras. El granuja vió al cabo una gran sala iluminada y llena de preciosidades, cuya forma no pudo precisar bien en el primer momento. Al poco rato, comenzó á percibir con claridad mil figurillas diversas, como las que poblaban la tienda donde había conocido á su adorada.

Cuando Isidro volvió a casa, pensaba en su visita a la cárcel como si fuese un ensueño. ¡Y su hermano, un pedazo de su carne, vivía allí con delectación, como si la esclavitud le colocase por encima de los demás! No ocultó a Feli el mal efecto de su visita. Haré lo que pueda por ese granuja, aunque él, por su gusto, mejor está allí.

A ver, señor de Llopis, levántese usted. Y el «señor de Llopis», un granuja de siete años, con el pantalón á media pierna sostenido por un tirante, echábase del banco abajo y se cuadraba ante el maestro, mirando de reojo la temible caña. Hace un rato que veo á usted hurgándose las narices y haciendo pelotillas. Vicio feo, señor de Llopis; crea usted á su maestro.

El señor de Migajas dijo la Princesa mirándole con benevolencia no ha venido aquí á divertirnos. Eso no quita que le oigamos con gusto pregonar La Correspondencia y los fósforos si quiere hacerloHallaba el granuja esta proposición tan contraria á su dignidad y decoro, que se llenó de aflicción y no supo qué contestar á su adorada.

Alguna tempestad producida por un concertado gallego o por alguna oración de infinitivo revesada y de tres bemoles. El granuja sonrió al mirarme, viendo en el iris de la suspirada bonanza. ¡Pase usté! me dijo. ¿El señor maestro?... ¡Pase usté! Y me colé por la puertecilla del cancel. Ruido de la chiquillería que se ponía en pie. Movimiento de sorpresa en el dómine....

Pero todavía, por encima del ruido de las ruedas y las campanillas, se oía vociferar al carpintero: ¿Álcali volátil á ? ¡Granuja! Vamos á ver, ¿estoy yo borracho? ¿Hablo cosas formales? ¿He faltado á alguno?... ¿ alternar ó no alternar? Noche gaditana. Cuando entraron en Cádiz sonaba la una. La hermosa ciudad dormía sobre el mar, como una odalisca en brazos de su déspota.

¡Socorro, caballero! gritan á un tiempo Soledad y su compañera asidas por aquellos bárbaros. ¿Qué es eso? preguntó el jinete. ¡Á ver si dejáis ahora mismo á esas chicas! Siga usted su camino, señorito, y no se meta donde no le llaman... ¡No sea que se le apee del jaco por las orejas! dijo uno de ellos. ¿Á , granuja? exclamó el caballero apeándose de un salto.